Dos sumisos y un perro
Fecha: 21/05/2025,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: DominAma, Fuente: CuentoRelatos
... otro. Quiero que cada uno le haga una paja al otro. Y vamos a hacer un concurso. El que se corra primero pierde. El que aguante follará conmigo. ¿Os parece bien, putitas?”
Ambos se quedaron mirándose y tú hiciste la clásica cuenta atrás. Al llegar al 0 ambos comenzaron a masturbarse uno al otro. Los nervios y las prisas hicieron que todo fuera acelerado y violento. Los dos sumisos doblaban su cuerpo para impedirle al otro que pudiera masturbarle y así evitar correrse, pero te diste cuenta enseguida y cogiendo la fusta, te pusiste de pie a su lado.
“Ambas espaldas rectas. Al que note que se mueve para impedirle algo al otro, se lleva 50 fustazos y por supuesto queda eliminado”.
Ambos se dieron cuenta de que la cosa se estaba poniendo seria y siguieron buscando que el otro se corriera antes, para poder follar contigo, pero entre los nervios y las prisas, ninguno conseguía que el otro se corriera. Entonces dijiste:
“Voy a ayudaros un poco”.
Y girándote abriste el cajón de la mesa baja del salón y sacaste el vibrador rosa que te regalé hace tiempo y comenzaste a masturbarte tumbada en el sofá, obligándoles a mirarte. Yo estaba excitado con la imagen. Adoro ver cómo te masturbas. Muchas veces lo haces delante de mis narices (literalmente) y me excita muchísimo a la vez que me humilla… pero hacerlo mientras dos sumisos se pajean desesperados por hacer que el otro se corra y así poder follar contigo, era lo más.
Estabas muy excitada. Te excitaba el juego. Te ...
... excitaba el poder que tenías sobre todos nosotros, pero además la escena era excitante de por sí. Yo te miraba y sabía que estabas a punto de correrte, así que a cuatro patas me acerqué a tu lado y comencé a ladrar. Al verme a cuatro ladrando, con la máscara de perro, mi pollita enjaulada y el plug con la cola de zorra asomando por mi culo, sentiste que tenías todo lo que querías, y acelerando el ritmo, te corriste mirándome.
Entonces José te miró sin saber qué hacer. Conocía esa duda perfectamente, y también la forma en la que juegas con ese tipo de situaciones. Si seguía masturbando a Luis, recibiría una reprimenda por no acudir a limpiarte, como era su obligación por ser el sumiso (suplente). Y si acudía a limpiarte, corría el riesgo de que le dijeras que había desobedecido tu orden directa de masturbar al otro nadie. Mirándole, le preguntaste:
“¿Qué pasa José? ¿No sabes qué hacer? No parece tan fácil ser mi sumiso, ¿no? A lo mejor así aprendes a valorar a Pedro y te das cuenta lo insignificantes que me parecéis todos los demás. Pero como te veo dudar con tus obligaciones y la orden existente, vamos a subir un poquito el nivel, ¿os parece, putitas?”.
Los dos sumisos afirmaron con la cabeza sin tener ni idea de que es lo que tenías en mente. La verdad es que yo tampoco lo sabía, pero seguía a tu lado en el sofá mientras seguías masturbándote en búsqueda de tu segundo orgasmo consecutivo. Viendo como se masturbaban y mordiéndote los labios, les dijiste:
“Poneros un ...