1. Dos sumisos y un perro


    Fecha: 21/05/2025, Categorías: Dominación / BDSM Autor: DominAma, Fuente: CuentoRelatos

    ... terraza del Burger King. Ya sé que a las 10 de la mañana estará cerrado, bobo… pero no te preocupes, que no serán hamburguesas lo que va a comer. No te retrases. A las 11 hemos quedado, y no me gusta la impuntualidad. Vale, venga… te veo en un rato. Ciao”
    
    Noté perfectamente que habías elevado el tono para que pudiera escucharlo todo, pero no me moví de mi posición. Me quedé a cuatro patas y delante del baúl, hasta que sentí tus pequeños y bonitos pies arrastrarse por el suelo del salón hasta llegar a mi altura. Me acariciaste la cabeza y dijiste:
    
    “Buen perro”.
    
    Y sin otro comentario ni caricia, te agachaste y empezaste a hurgar en el baúl. Fuiste sacando cosas. Un arnés con dildo, film, una cadena con pinzas, plugs de distintos tamaños, una jaula de castidad para mi pollita, dos mordazas (una de ellas con dildo), dos máscaras negras de látex, mi máscara de perro, mi plug con cola, tres collares, el bol de perro y un montón de cosas. Yo miraba sin decir nada, ya que me lo habías prohibido expresamente.
    
    Cuando habías sacado suficientes cosas señalaste con una mano el suelo, y yo me coloqué de frente a ti, mirando al suelo. Sin una palabra me colocaste el collar. Luego giraste sobre mi cuerpo y escupiste varias veces en mi culo. Con un par de movimientos clavaste el plug con cola de perro dentro de mí. Yo aguanté el suspiro. No quería darte el placer de que supieras que me había dolido, así que apreté los dientes y aguanté. Inmediatamente después me ordenaste que me ...
    ... tumbara en el suelo, de espaldas y con las patitas en alto, y fue lo que hice inmediatamente.
    
    Con cinta americana convertiste mis manos en dos muñones completamente inservibles. Me ordenaste cerrar los puños, y los envolviste con cinta americana. Dejaste mis pies como estaban, pues sabías que poco o ningún uso le daría a los mismos, y nada más terminar me miraste con una mordaza de bola en la mano. Levanté el cuello y la colocaste en mi boca. Al hacerlo volviste a acariciarme la espalda, pero no dijiste nada. Buscaste la máscara de perro y la ataste en mi cabeza, asegurándote de que los nudos fueran firmes y no podían soltarse. Colocaste la jaula de castidad en mi pollita y finalmente buscaste la cadena y la ataste a la argolla del collar. En el otro extremo, la agarraste con tu mano y comenzaste a moverte en dirección a nuestra habitación. Al llegar allí, ataste el extremo al pomo de la puerta y te pusiste a hacer la cama.
    
    Estuviste organizando la casa unos 20 minutos y te metiste en la ducha. Yo seguía allí, con la correa impidiéndome salir de un radio de escasamente un metro, y escuchándote cantar en la ducha. Estabas contenta, y yo también. Al rato dejé de escuchar el grifo del agua y te vi acercarte al armario, ponerte un tanga negro de encaje, unos pantalones cortos y unas sandalias de tacón. Arriba te pusiste un top sin sujetador. Sin mirarme volviste al baño, te maquillaste, te pintaste los ojos y finalmente, antes de pintarte los labios, me miraste. Nos quedamos ...
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