1. Lluvia en Madrid


    Fecha: 24/05/2025, Categorías: Fantasías Eróticas Autor: quemiedo, Fuente: CuentoRelatos

    Cuando me levanté de la siesta, miré por el balcón de la habitación del hotel, comprendí que iba caer tela de agua. Tardes de verano, ya se sabe que pasa con las tormentas y sus aguaceros intensos a la vez de imprevistos. Por suerte, mejor por precaución, siempre pongo en la maleta un chubasquero eficaz para estos golpes de agua que duran un momento. No sólo es la prenda impermeable, suelo acompañarlo con botas perfectamente preparadas para evitar que calen, nada mejor que una buena capa de grasa de caballo, por si fuera poco, un inmenso sombrero. Ya saben pacientes lectores, como esos personajes de algunas películas del Oeste, y especialmente entre los malos.
    
    Cuando abandoné el hotel, concretamente el madrileño Palace, salí con todo el pertrecho, hasta el conserje me miró desafiante como un fatal agorero. La noche se anunciaba, estaba oscureciendo, empezaban a encenderse las farolas, me encaminé a ritmo de paseo por Carrera de San Jerónimo hacia Puerta de Sol con la intención de comer algo y beber también, el estómago me estaba anunciando cierta gusa. Lo típico, ya saben, picar por aquí y por allí, algunas pichorradicas bien regadas con su correspondiente Rioja. Empezaron los primeros truenos, rayos y relámpagos que anunciaban la proximidad de la manta de agua. La verdad es que no me apetecía seguir por aquel barrio, que se iba despoblando al ver la que se avecinaba y la hora que era. Así que tomé la decisión de ir acercándome hasta el hotel poco a poco, y si fuera ...
    ... necesario ya haría alguna que otra parada para refrescar el gaznate y seguir dándole al comercio y el bebercio.
    
    Cuando estaba dando cuenta de media ración de ibéricos en La Taurina en mi camino de retorno, empezó a caer todo lo que no estaba en los escritos. Agua toda la del mundo, con ganas, prometiendo que duraría bastante hasta que escampara. Subiéndome el cuello del chubasquero y en plan chiquillo pisando charcos adrede, reinicié el camino de vuelta para el hogar hotelero. En el trayecto miraba como la gente quería resguardarse en portales o debajo de los salientes de los edificios.
    
    Al llegar a la puerta del hotel y justamente enfrente había un andamio y se arremolinaba la gente para protegerse de la lluvia, en aquel momento era ya un exagerado diluvio total. Seguía con mi desafío, tan chulo con mi sombrero, las botas y el impermeable. Mirando al personal en un momento mis ojos se cruzaron con otros, sonando en mi cerebro un chasquido, ojo, a esa chica la conoces. Era cierto, es de mi pueblo y nos habremos cruzado mil veces por la calle con un hola o un adiós. Su mirada me pedía caridad, o ayuda, échame una mano, o un no me abandones.
    
    Me acerqué hasta ella, con andares de salvavidas y más chulo que el ocho punteras
    
    —Hola, tú eres de mi pueblo, te conozco de vista.
    
    —Sí, de vista, mira como estoy, me parece me va a dar un jamacuco, me está escurriendo el agua por las piernas.
    
    Sabía que se llamaba Mónica, pues la había espiado en Facebook porque tenía algo, un no ...
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