Follada a dos bandas
Fecha: 04/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... reuniendome con ellos durante los descansos y a vestirme incluso de forma más provocadora , atrevida y juvenil para asistir a clase, con pantalones ajustados, camisetas ceñidas que resaltaban el tamaño de mi pecho o con cortas faldas con las que mostraba gran parte de mis piernas, incluso alguna vez olvidé ponerme sujetador, cosa que no tardaban mucho tiempo en adivinar; empezaba a gustarme el hecho de atraer y gustar a otros hombres además de mí marido, ya que como mujer y más a mi edad necesitaba confirmar que todavía me sentía joven y atractiva, pero sin ninguna otra intención hasta ahora por parte mía, ya que además, mí marido no sabía nada del tema.
Una vez finalizado el primer trimestre y con motivo de celebrar las vacaciones de navidad se acordó el ir a cenar a un pizzería de la ciudad. Para la ocasión me vestí con una camisa blanca un poco transparente, una falda de licra gris bastante corta y ceñida, unos pantys oscuros con una apertura central, unos elegantes zapatos negros con algo de tacón y un pequeño sujetador negro, tipo wonderbra, que me juntaba las tetas y me las levantaba y como no las tengo pequeñas, la cuestión es que así estaba rompedora. Cuando llegé al restaurante casi todos los compañeros ocupaban sus asientos pero al final de la mesa ví como Carlos me llamaba para indicarme que me había guardado un sitio a su izquierda y frente a Marcos. Durante la cena todos estubimos comementando anécdotas del curso, ocupaciones, aficiones, etc, en un ambiente ...
... distendido y desenfadado a la vez que mis dos compañeros se mostraban muy amables y caballerosos hacia mí, me llenaban continuamente la copa con vino y notaba como me miraban de una manera especial, pero fué poco antes de los postres cuando noté como por debajo del mantel la rodilla de Victor rozaba la mía; al principio creí que no se había dado cuenta y la aparté discretamente pero volvió a insistir a la vez que Marcos tocó con su pié el mío bajo la mesa. Estaba nerviosa y no podía evitarlo. Con asombro comprobé que el muy descarado se había descalzado. Su dedo gordo comenzó a tocarme despacio, desde mis pies hasta la rodilla, luego bajaba de nuevo, así una y otra vez, pero cuando intentó subir más arriba, cerré las rodillas. Con toda la cara, al notarlo, él presionó.
No sé si fue el morbo de sentirme acariciada bajo la mesa, el hecho de que nadie se enteraba de nada o la imposibilidad de montar un número cambiándome de asiento, lo que hizo que muy despacio separase las rodillas. El iba despacio, rozándome los muslos hasta que llegó a mi entrepierna y tocó con aquel dedo la tela de mis bragas; la impresión fue tremenda. Lo más morboso de todo aquel sobeo tan íntimo y directo que me estaban dando es que aquellos dos chicos seguían hablando como si nada. Ahora yo estaba tan abierta de piernas como la falda lo permitía y en menos de un minuto mi coño empezó a humedecerse, no me atrevía a mirar a ninguno de los dos, pero sentía tanto gusto con todo aquello que abría y cerraba ...