"Manos Arriba, Puercos!" (H22) (M21)
Fecha: 05/06/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
Esto se remonta a cuando andaba en plena jugosidad sexual de mis 21 o 22 añitos.
Andaba yo saliendo con una señorita de nombre “Julia” y ya se imaginarán todo el show; besitos, manoseos y cogidas dignas de plasmarse en los libros de historia.
Julia; la señorita en cuestión, era de tez ligeramente morena, pelo negro a la altura de su barbilla, ojitos que parecían un abismo, labios de chingatumadre, bien gorditos y suavecitos, tetas pequeñas con unos botones del tamaño de una moneda de 10 pesos mexas y color café con leche que resaltaban al más mínimo roce de mis puercas manos, delgadita la condenada, pero eso sí, con unas nalgas gordas que me hacían venirme en seco con tan sólo verlas.
Ese día nos habíamos quedado de ver para salir a pendejear y nada más, según nosotros, pero bien sabíamos que a mí se me para la maciza hasta con el aire y era más que obvio que en algún momento me iba a poner de pinche mañoso.
Pasamos gran parte de la tarde en una plaza y, afortunadamente, no vivíamos tan separados por lo que, al llegar la noche, decidimos irnos a una suerte de parque que ya nos había visto tener acción de muchas formas y que era el lugar ideal para nuestras cochinadas pues apenas y tenía unos 2 faros de luz para alumbrarlo.
Todo iba perfecto; Julia llevaba un vestido negro que le llegaba a la mitad de sus jamones virginianos (por la marca, no porque fuera virgen) y con estampado en el frente. Vestido tan pegado que hacía resaltar sus cachetotes de manera casi ...
... celestial y, cómo cereza del pastel, con un escote lo suficientemente maleable que me permitía meter el hocico para hacer de las mías en sus tetitas de mujer joven.
Casi las 10 de la noche marcaba mi celular y ahí me tenían sentado en una de las mesas de piedra que se encontraban en ese parque. Mesas que utilizaban los vecinos de esa zona para pasar un rato tranqui durante el día (recuerden muuuy bien esto).
Julia se encontraba de pie justo en medio de mis piernas abiertas mientras ella me miraba de frente y mis pinches brazotes de Thor (obvio no) le amarraban de la cintura para poder así peagarla cual estamapa a mi cuerpo y arrimársela a dónde se pudiera, el ombligo, el abdomen; todo era bienvenido.
Los minutos pasaban mientras charlábamos de cualquier cosa y, de vez en vez, nos brindábamos unas deliciosas, viscosas y calientes luchas de lengua dentro de nuestras bocas.
La piel de Julia era una cosa de otro mundo, cómo tocar una pinche nube. Tan suave que parecía estar echa de seda y era algo que me ponía muy mal, pero muuuuy mal.
Durante esos húmedos besos, yo traía el fuete más duro que brazo en pleno infarto, era algo que ella podía notar y no sólo por tenerla arrimada sobre su cuerpo sino porque casi se me marcaba hasta la vena sobre el pantalón de ese día.
La charla ya había sido abandonada y nuestro único trabajo era el de brindarnos de caricias que nos harían lubricar tanto cómo en el cambio de aceite de un carro.
Su pequeño y delgado cuerpo se ...