Marta y Ariadna. Follar deliciosamente
Fecha: 08/06/2025,
Categorías:
Confesiones
Autor: quemiedo, Fuente: CuentoRelatos
Marta es una chica fantástica, muy risueña, muy agradable, la sonrisa tatuada en su resultona cara, un amor, un lujo de amiga. Siempre pendiente de hacer favores, muy de besos y abrazos, de sobarte siempre que te ve. Es lo que se dice un amor y una suerte. La tengo de compañera de trabajo hace unos años y su comportamiento en momentos complicados, o días serios y arrugados consigue que el problema pase a segundo plano. Nuestra relación sólo se mantenía en el ámbito laboral, en las oficinas. Nunca habíamos ido a comer, o tomar un café por la calle, sólo entre las cuatro paredes de una luminosa oficina. Es muy dicharachera, como un torbellino de colores, se mueve rápidamente, es muy ágil y rápida con la palabra justa y la conversación apropiada. Es también, en motivos laborales muy resolutiva. Un primor, una amiga con quien contar siempre.
Ella es bajita, de compresión fuerte, es dura como el mármol de Carrara por su afición desmesurada al gimnasio. Posee glúteos poderosos y altos, imaginen una tía maciza. El pecho. sin exageraciones, es prominente, en proporción agradable, los muslos se adivinan potentes, fuertes, sin un gramo de grasa. Puro músculo fibroso. La cara, naturalmente es guapilla, de facciones muy agradables, ese tipo de rostros que caen bien a todos, suficiente conversar una frase o dos palabras. Se queda con todo la peña.
En tiempos pasados, en la mañana, nos saludábamos agarrándonos el culo, ahora ya no. Llegamos mutuamente al acuerdo de no darnos ...
... nalgadas en presencia de otros compañeros. En estos momentos esas bromas pueden tener consecuencias nefastas. Sí, lo hacemos en el ascensor yendo solos, en algún departamento sin gente, eso sí, mantenemos como vital los dos besos sonoros en las mejillas en cuando nos vemos a la mañana. Resumiendo nos llevamos de maravilla, eso suele ocasionar alguna envidia. Mejor dicho, muchas.
En la pasada Semana Santa decidí quedarme en el hogar, viendo alguna película, o leyendo alguno de los libros que se van acumulando poco a poco. Antes de comenzar el recogimiento y la oración decidí que debía ir a una tienda de comida precocinada, llenar el frigorífico para tantas fechas. No me apetecía preparar nada, tenía el día y el pensamiento muy holgazán. Pues a lo dicho, salí de casa pensando en la compra, los platos que podía adquirir, naturalmente pescado, bacalao en estos días de vigilia. El pecado de la gula es controlable, el de la lujuria, mi plan era mas bien calcar usos y maneras de un monje de la regla de San Benito, ora et labora.
Iba por la calle sin rumbo ni dirección. Tampoco tenía decidido a qué tienda ir, posiblemente a El Corte Inglés, cubre holgadamente mis exigencias. El vino, no se olvide, pensé con determinación. Igual me daba la tienda, al lado de mi casa hay una vinoteca surtida, con mis grandes bodegas favoritas que me reconfortan el espíritu y relaja mi cabeza.
Sin dirección caminaba por la acera, llamándome la atención un cartel en cierto escaparate muy chulo, muy ...