1. Costumbre italiana


    Fecha: 01/07/2025, Categorías: Gays Autor: ThWarlock, Fuente: CuentoRelatos

    Otro sábado, de verdad, era uno de esos días donde no tienes más deseos que estar en la cama, viendo televisión y aunque no les voy a negar que soy bien calientico y dispuesto. Ese día no me provocaba el sexo en lo absoluto. Teníamos un acuerdo amistoso mi compañero de apartamento y yo de andar cada uno por su lado y dormir juntos en la misma cama cuando se nos antojara amor de machos. Él se había ido a la playa con aquella novia que yo no soportaba, mientras yo tenía otra de mis aburridas citas, con otro dueño de otro inmenso yate, para otra vez, aburridamente lavarlo y hablar un poco de sencilleces propias de los tipos feos, arrogantes y mujeriegos que tradicionalmente son dueños de tan codiciados vehículos. No tenía ni siquiera deseos de hacer ejercicios aquella mañana, aunque hice la rutina matutina, o de lo contrario sabía que el día me iba a saber completamente a mierda. Estiré mis músculos y me dispuse a comenzar el día.
    
    Otro de los tantos soleados días de Miami y yo trabajando, bueno que se le va a hacer pensaba yo. Este es el extra para mis gustos y mi Bacardí. Dije sonriendo mientras parqueaba mi flamante Mustang en frente de la puerta de una "modesta" residencia de dos pisos.
    
    Por fin se abrió la puerta y apareció un hombre de estatura baja y sin camisa, yo ingenuamente pregunté en inglés:
    
    -¿Míster Ferrari?
    
    -Rómulo Valentino Ferrari un piacere, soy de Lombardía Italia.
    
    Oh! mucho gusto Javier García y soy cubano.
    
    Pasa, sugirió y clavó sus ojos ...
    ... azules en mi cara. ¿Habla español? pregunté yo, ¡claro compadre!, dijo con acento cubano, ¿quién no habla español en Miyami? y sonrió. Antes de que me preguntes Ferrari es un apellido bien común en Lombardía y no tengo nada que ver con los autos. Yo continúe la plática agregando que su nombre hacía referencia a los fundadores de Roma según la leyenda Rómulo y Remo. Puso cara de asombro y asintió con la cabeza.
    
    Andábamos ya por el sombrío y fresco pasillo de aquella belleza de casa. Mientras nos presentábamos pude notar que no era tan pequeño sino exactamente de mi tamaño. Su barba sin rasurar contrastaba perfectamente con aquellas italianas facciones y su deformada nariz roma; De su musculoso cuello pendía una hermosa cadena de oro al parecer bien cara, con una graciosa medalla. Su piel estaba exquisitamente dorada por el sol y su pecho dibujaba deliciosamente un pequeño callo de enroscados vellos oscuros como su pelo entre los fornidos pectorales. Su reducida cintura dejaba mucho que decir llevando shorts blancos de lino, que cubrían lo que se suponía que fueran unos velludos muslos, andaba por seguro descalzo. No pude husmear mucho más, porque su mirada y sus hermosos ojos azules se clavaban repetida e insistentemente en mi cara, mis ojos y mis gestos al hablar. Aunque el cuarentón en si no era bonito, tenía un feo atractivo. Por lo menos lucia mejor que los otros. Nos dirigimos al patio con vista a la bahía y nos sentamos mientras me brindaba algunas golosinas italianas. ...
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