De casualidad
Fecha: 13/07/2025,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: femerba, Fuente: CuentoRelatos
... otro lugar? Quiero estar con él antes de que se vaya.
Bueno, respondí, si quieres, ¿por qué no? Sí, respondió ella. La verdad, si quiero. Pero no le hemos preguntado a Wilson. ¿Será que si tiene tiempo? Pregunté mirándole a él pícaramente. Usted sabe, patrón, que por ustedes hago el sacrificio, contestó. Entonces, ¡vamos! Me apuré a decir. Váyanse adelantando a buscar el carro, que yo ya les alcanzo. Y procedí a acercarme a la barra para cancelar nuestro consumo.
Cuando llegué al parqueadero, ellos estaban abrazados, besándose apasionadamente, ajenos a lo que pasara a su alrededor. Así que yo, activando el dispositivo para abrir las puertas del vehículo, les dije, ¡menos espectáculo y arriba, pues! Adentro del carro hacen lo que quieran. Y, aunque lo dije a modo de broma, prácticamente así fue, porque ellos optaron por subirse en la silla trasera. Y ella, mi caliente y excitada esposa, no más estar adentro, optó por bajarle el pantalón a nuestro amigo y montársele en su dura y palpitante verga.
No había nadie más que nosotros en el parqueadero, así que aquellos empezaron su faena sin escrúpulo alguno. Yo me quedé contemplando por el espejo retrovisor cómo ella movía su cuerpo, estando sentada encima de Wilson, quien, entregado al momento, acariciaba su cuerpo llevando las manos por debajo de su blusa. ¿Van a hacerlo aquí o vamos para otro lado? Vamos para otro lado, respondió ella, que no quede muy lejos. Okey, respondí. Pero mientras maniobraba para salir ...
... conduciendo del lugar, ambos estaban entregados uno al otro, aprovechando el tiempo.
Conduje el vehículo fuera del parqueadero y me dirigí a uno de los tantos lugares que frecuentábamos, esperando no tener dificultad para el ingreso, que, a veces, por el día y hora, resultan un tanto congestionados. El trayecto no fue muy largo, tal vez unos diez minutos, porque, en el recorrido pude identificar un sitio que no nos era familiar, pero se le veía disponible. Así que ingresé sin dudar un segundo. Ya llegamos, dije. Así que ellos detuvieron sus escarceos y se comportaron un tanto mientras nos acomodábamos en una habitación.
No fue problemático, porque el vehículo entra en un garaje que conecta con la habitación, encerrados, lejos de la vista de cualquiera. Así que ellos sin darle importancia a las formas, bajaron un tanto semidesnudos. Mi mujer se había despojado de la falda y sus pantis, de modo que bajó vestida únicamente con su blusa roja, sus medias negras y calzada con sus zapatos de tacón. Y Wilson, más conservador, subiéndose el pantalón y ajustándose el cinturón. El encuentro ya había avanzado, de modo que no había mucho espacio para los preliminares.
A entrar al cuarto, ella no esperó un instante y terminó de quitarse las pocas prendas que aun la vestían, dejándose puesto, como siempre, sus medias y sus zapatos. El, en respuesta, se apuró a desvestirse, muy rápidamente, para no desentonar con la premura que ambos parecían tener por terminar lo empezado.
Ella, de ...