Mi fantasía médica hecha realidad (real)
Fecha: 01/08/2025,
Categorías:
Fantasías Eróticas
Autor: franmm, Fuente: CuentoRelatos
Antes de comenzar este relato me gustaría aclarar que todo lo que voy a contar es totalmente real y que me sucedió a mí en primera persona. Solo el recordarlo para este relato me vuelve a poner los pelos de punta.
Mi nombre es Fran y tengo 34 años. Desde que empecé a vivir mi sexualidad, hay un tema que inevitablemente desencadena en mi mente una sensación erótica, y es todo aquello relacionado con el mundo médico: guantes, batas blancas, reconocimientos médicos, etc. Desconozco el origen, pero es algo que no puedo evitar.
Y esto es lo que os quiero contar: cómo después de mucho tiempo pude cumplir la fantasía erótica que nunca había salido de mi cabeza.
Contacté con la doctora por mail, aprovechando que por tema de trabajo tenía que pasar por la ciudad donde tiene su “consulta”. Quedamos a una determinada hora y me indicó la dirección en la que se encontraba.
Desde que quedamos, no podía pensar en otra cosa, en cómo iba a sentirme en ese momento, en si sería capaz de soportar lo que me quisiera hacer. Llegué antes de tiempo y tras localizar dónde tenía que ir, me senté en un parque a esperar, intentando dejar la mente en blanco mientras pasaban eternos los minutos.
Por fin llegó el momento y me levanté decidido hacia la dirección que me indicó. Llamé al timbre y se abrió la puerta. Avancé hacia el interior y tras la puerta me encontré con la doctora. Delgada y madura, vestida con una bata blanca, me recibió con dos besos.
- Hola Fran.
- Hola doctora. – ...
... dije balbuceando.
- De modo que vienes a pasar un reconocimiento.
- Así es.
- ¿Hay algo que quieras que haga o que no haga en particular?
- No doctora, me quedo en sus manos. Obedeceré sus decisiones.
- Muy bien, acompáñame.
La doctora avanzó por su local y me indicó que bajara unas escaleras, su consulta estaba en el sótano.
- Pasa por aquí, te enseñaré la sala.
Abrió una puerta y pasamos a una gran habitación llena de aparatos médicos. En el centro, una gran camilla de ginecólogo, preparada para mí. Tragué saliva. Me imaginé expuesto en esa silla, sintiendo lo que siente una mujer cuando pasa por las manos del ginecólogo. Se me pusieron los pelos de punta y un sudor frío recorrió mi espalda. Una parte de mi quería salir de allí y la otra estaba deseando someterse a la doctora.
Además de la camilla, había distintas estanterías y muebles con todo tipo de aparatos y material médico. Yo solo era capaz de mirar a mi alrededor sin decir nada, con la boca seca, hasta que la doctora pronunció las palabras que me hicieron reaccionar:
- Muy bien, vamos a empezar. Pasa por aquí y desnúdate por completo.
Me indicó un pequeño vestidor que había junto a la sala. Obedecí. Me quité el jersey, la camisa, los zapatos, y los pantalones. La doctora me observaba mientras lo hacía. Quedaban mis calzoncillos. Dudé, volví a tragar saliva y los bajé, quedando totalmente desnudo delante de ella.
Me hizo un gesto para que la siguiera, autoritaria, y así lo hice, ...