1. Vidrieras de la catedral


    Fecha: 17/08/2025, Categorías: Confesiones Autor: quemiedo, Fuente: CuentoRelatos

    ... piernas de una manera magistral. Agarrando mi nuca puso sus labios en los míos, mientras seguía con su movimiento entrenado y sorprendente. Note como se corrió por el bramido gutural, que obligó a mirar a algunos viandantes que pasaban por la calle al fondo de nuestro escenario.
    
    Note como la presión de sus muslos aflojaba, como sus fluidos empapaban su blanco inmaculado de la ropa interior. Apreté fuertemente sus nalgas, lo justo para poder dar unos vaivenes decididos para correrme. Así fue. El sudor de mi frente, notaba como caía por el rostro. Ella abrió su bolso, sacando un pañuelo estiloso que recorrió mi cara y frente, a continuación, bajo a su entrepierna y limpio aquel bienaventurado mejunje. En un gesto decidido arrojo el pañuelo al suelo.
    
    - El pobre ha quedado inservible ha muerto de una manera épica- otra vez sonó esa risa cautivadora.
    
    Subió su ropa, ordenándose con rapidez y decisión, lo mismo hacia yo con el pantalón y la bragueta. Al tiempo avanzó dos pasos al frente, volvió la vista.
    
    - ¿Estoy por atrás ordenada y la falda en su sitio y las medias sin arrugas? - Mientras se atusaba la melena.
    
    Al llegar a la plaza me detuvo en seco. Esgrimió la mejor de las sonrisas acariciándome la cara con el dorso de su mano anunciándome.
    
    - Es la hora que las chicas buenas vayan a la cama.
    
    - ¿Te acompaño?, pregunte con una adormecida y tenue voz después del esfuerzo.
    
    - ¡No! Me ...
    ... apetece estar sola, ir pensando hasta el hotel.
    
    -¿Desayunamos mañana? - interrogue
    
    - Perfecto- fue su rápida respuesta- a las diez en la plaza de la catedral.
    
    Me levanté, era un domingo agradable para principios de otoño. Me perfumé al salir de la habitación con Thierry Mugler mi habitual perfume, cerré la maleta dejándola en el coche, encaminando mis pasos hacia la plaza. En una mesa apartada, en la mesa más extrema de las terrazas, que no tenían muchas mesas, otoño y León es lo que tiene, atisbando bien el escenario.
    
    Tome tres cafés y mas de un cruasán, no aparecía nadie. De ella me quedó su nombre sin apellidos, una sonrisa inolvidable, unas nalgas de infarto y un olor único. No tenía ni su nombre, ni apellido y apenas que estaba en un pueblo al lado de Valladolid. Bien poco para intentar su búsqueda, que por otro lado ella no deseaba.
    
    Sólo el polvazo fugaz en un callejón en penumbra, incómodamente de pie, un orgasmo más pero sin disfrutarlo con calma y relax. Querida Mónica quedas en mi recuerdo. Levantándome me fui despacito, con pena, hacia el vehículo, en el camino, sin proponerlo me di cuenta del callejón, ahora luminoso. Crucé de acera hasta el mismo, allí seguía en el suelo. Recogiéndolo me lo llevé a las narices oliéndolo fuertemente. Estaba su olor. Me parecía poco higiénico metérmelo en el bolso semejante recuerdo, siguió apretado por mi mano hasta la papelera más cercana. 
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