El mozo (Parte 1)
Fecha: 22/08/2025,
Categorías:
Hetero
Autor: Bellota D I, Fuente: CuentoRelatos
... mayoría de mis sesiones de masturbación y le debo gran parte de mis orgasmos solitarios de aquella época, al haberse convertido en una de mis fantasías favoritas.
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Con la mano, hice una seña al mozo. Lo distinguía con su bandeja plateada del otro lado de la terraza llena de gente. Estaba sentada en un bar del centro con una amiga, septiembre era cálido y soleado, propicio para pensar que nunca más llegara el otoño francés. Disfrutábamos del final del día y mi amiga se alegraba al verme con mejor ánimo después de varias semanas en las cuales me había costado superar una separación dolorosa. Era verdad, había vuelto a cuidarme, vestirme con ropa bonita, llevar aretes, maquillarme ligeramente y hacer deporte después de una larga hibernación estival en mi cama, con cigarros, vino y cuenta Premium en mi página de videos porno favorita. El espectro de mi ex novio se alejaba poco a poco de mi vida y esta vez era para siempre. Vivía una suerte de primavera atrasada y empezaba a tener ganas de conocer nuevos cuerpos y pieles. Llevaba tres meses sin tener sexo y el solo hecho de sentir el sol de la tarde en mis muslos desnudos estaba despertando de nuevo la arrechura que ya varios me conocen.
—Buenas tardes, ¿qué desean tomar? —escuché en mi espalda.
Me di ligeramente la vuelta para contestar al mozo mientras mi amiga pedía una cerveza.
—Buenas…
La primera cosa que vi fueron las argollas. Y la barba. Y la boina negra. Cuando mi mirada llegó a sus ojos, sentí un ...
... apretón fuerte en pecho.
—Nos conocemos ¿no? —me dijo antes de que consiguiera terminar mi frase —Era en la universidad, ¿verdad? Trabajabas en la recepción.
—Sí puede ser…
Fingía una reflexión intensa, como si hiciera el esfuerzo de buscar el recuerdo de un encuentro que en realidad se había quedado exageradamente nítido y presente.
Por facilidad, pedí la misma cosa que mi amiga, él tomó el pedido y se fue. Estaba incapaz de pensar. Lo encontraba de nuevo. Por fin. No había cambiado, su acento madrileño y su mirada eran intactos, tanto como el irresistible magnetismo sexual que sentía desprenderse de él.
—Puede ser, puede ser… — repitió mi amiga con una mueca para burlarse. —Hubieras visto tu cara, ¡parece que viste a un fantasma!
Mi disturbio me impidió contestarle que más bien se trataba de una fantasía. Y qué tal fantasía carajo…
Nos trajo nuestras cervezas sin hacer comentarios. Mientras conversábamos, a veces lo sentía pasar en mi espalda, daba giros entre las sombrillas, las mesas y las sillas como un bailarín con su bandeja llena de vasos y tazas. No podía pensar en otra cosa que en él. Quería tocarlo, olerlo, besarlo, lamerlo, apoderarme de su cuerpo era una necesidad. El aire que movía al desplazarse olía a él y me envolvía fugazmente cada vez que pasaba cerca.
Al irnos del bar, me di la vuelta para buscarlo en la terraza y saludarlo de lejos, por cortesía. Estaba a unos metros y no me devolvió mi saludo, se contentó con mirarme fijamente con ...