1. Por la unión de la familia (4)


    Fecha: 08/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... Es que, cariño, hace mucho que no lo hago, catorce meses, y puede que esté más cerrada que antes…
    
    ·Tranquila Julia…madre; tendré mucho, pero que mucho cuidado. Ya verás, no te dolerá nada…
    
    ·Venga, amor; métemela ya…
    
    Al tiempo de decir esto, Julia se había abrazado a su hijo, rodeándole el cuello con sus brazos, en prietísimo lazo; al tiempo, apoyándose firmemente en pies y clavícula-omóplatos, alzaba su pubis, lista a salirle al encuentro al miembro invasor de su hijo. Al instante, nada más escuchar Álvaro la materna petición, arrodillado entre los más que abiertos muslos de ella, se inclinó aún más sobre el cuerpo ardiente de Julia, con la viril “herramienta” en su mano diestra, en decidida actitud de penetrarla, en tanto su madre hacía que sus caderas empujaran “p’alante” su “prendita dorada”, ansiosa por atrapar en su interior la varonil “herramienta”.
    
    Ella le había pedido “cuidadín” al penetrarla, por lo del año y pico de inactividad, pero enseguida comprobó que casi nada había variado en ella, pues la cabezota de “lo” de su amado hijo se le coló como “Perico por su casa”, pues lo tremendamente hidratada, “mojada” que estaba había suplido cuantas carencias el paso del tiempo obrara en ella, por lo que más bien bramó.
    
    ·¡Venga, valiente!... ¡Tira p’alante! ¡Métemela de un empujón!
    
    ·¿See…seguro?... ¿Seguro, madre?
    
    ·¡Segurísimo, m’hijito querido! Adelante, hijito mío; adelante, valiente, mi hombre… ¡¡¡MI MACHO!!!...
    
    Y Álvaro respondió con todas sus ...
    ... fuerzas, con toda su alma, en un “meneo” que, si más, le llegó al fondo de las entrañas de su madre, de la femenina “prendita” materna, al mismísimo cérvix de ella, al mismísimo cuello de la matriz de Julia, donde golpeó inmisericorde, pero es que ella respondió al filial ímpetu con la misma intensidad, lanzando sus caderas a su “dorada prendita” con imponente brío hacia lo que se le venía, más que encima, para adentro, ansiosa por recibirlo en su interior. Y al punto, nada más sentirse llena a rebosar, nada más notar el duro golpeteo del “invasor” en lo más hondo de su “oquedad del placer”, lanzó un gemido hondo, profundo, sonoro, muy sonoro; tanto que remedó a las mil maravillas a un verdadero aullido.
    
    Él, al momento, se quedó quieto, parado…hasta u tanto asustado o pesaroso
    
    ·¿Te duele madre?... ¿Te hice daño?
    
    ·No mi amor, no; todo lo contrario. Soy dichosa, muy, muy, dichosa, amor mío, querido mío… ¡Dios, y cómo deseaba esto; ser tuya, enteramente tuya… Y tú mío; enteramente mío… Yo, tuya, tuya solamente, en cuerpo y alma; y tú mío, mío solamente… Porque, eres mío, ¿verdad, mi amor?; mío solamente, de nadie más, ¿verdad, cariño mío…hijito mío de mi alma?
    
    ·Y que no te quepa de ello la menor duda, madre; mamá querida, mamita amada… ¡Tuyo, mamá; sola y únicamente tuyo!... ¡Tuyo para siempre, mientras viva!... ¡Te lo juro, Julia; te lo juro, madre, madrecita, mamaíta mía querida, amada, adorada
    
    Julia estaba que en sí misma, de gozo, ni cabía… Exultante, dichosa, ...
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