1. Por la unión de la familia (4)


    Fecha: 08/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... marido ya a todas luces, diciéndole
    
    ·Dame diez minutos y estaré aquí lista para marcharnos…
    
    Y sin más salió casi corriendo a su habitación; aún no habían pasado los diez minutos pedidos y Julia estaba de nuevo junto a su hijo, lista para salir a la calle, con un conjunto de blusa y falda la mar de discreto, salvo por lo ceñido de la falda, que bien se dice que “genio y figura, hasta la sepultura” y eso, lucirse, era congénito en ella, Julia, completado el conjunto con unos zapatos sencillitos, de medio tacón
    
    Y sin más, con lo puesto pero cogiditos del brazo, como la parejita de enamorados que, en verdad, eran salieron de aquella casa que durante años fuera su morada para nunca más volver. Bajaron y se metieron en el Seat de él, de ellos dos ya, cual cuadra a matrimonio bien avenido y salieron hacia el que sería ya su hogar, su primer nidito de amor
    
    ·Bueno Julia; la verdad, no esperes grandes cosas de…de… Bueno, mi casa…nuestra casa; es minúscula, una sola habitación que, de día, es sala de estar, comedor y cocina a la vez y de noche, dormitorio con un sofá-cama… Y un aseo con ducha, sin mampara. Está amueblado, pero tampoco esperes gran cosa de los muebles; lo básico, lo imprescindible para decir que es amueblado… y medio ruinosos… La cama, por ejemplo, con los muelles…
    
    Álvaro no pudo seguir pues su madre se lo impidió, tapándole la boca con sus dedos
    
    ·No te preocupes, amor; nos arreglaremos con lo que tenemos y, cuando podamos, lo iremos mejorando todo. Lo ...
    ... importante es que es nuestra casa, nuestro hogar; nuestro nidito de amor y ni los muelles rotos ni Cristo que lo fundó impedirá que nos amemos, que seamos inmensamente felices, dichosos. Nos tenemos a nosotros, yo a ti, tú a mí… ¿Qué más necesitamos ni tú ni yo?
    
    Julia, según hablaba, como tantas otras veces pasara, se había ido enardeciendo más y más hasta tintarse sus mejillas en rojo vivo, y él, Álvaro, admiró, una vez más, a la mujer que su madre era; a ese “pedazo de mujer que tenía por esposa y madre”, según él mismo se dijera para su coleto en tales instantes.
    
    Llegaron por fin al piso, al “estudio amueblado”, y en menos que canta un gallo estaban los dos en “cueritates” vivos, tras desnudarse mutuamente al alimón, turnándose de prenda en prenda él le quitaba una a ella y ella respondía quitándole una a él. Ya desnudos, entre ambos, desplegaron el sofá cama y ella, Julia, sin más, se encamó boca arriba, abriendo un tanto sus piernas mientras, tendiendo los brazos bien abiertos a su hijo, decía
    
    ·Ven amor, corazoncito mío; ven con mamá, hijito mío querido… Maridito, ven con tu mujercita que te adora
    
    Y Álvaro, el hijito-maridito, no se hizo esperar; se subió también a la cama yendo en busca de su mamita-mujercita. Y sin más, se le subió encima; ella, entonces, le abrió sus piernas de par en par, a todo abrirlas, ansiosa por recibir en sus entrañas al deseado invasor, en acto que sellaría, per in saecula saeculorum, su unión marital
    
    ·¿Tendrás cuidado, verdad? ...
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