1. Por la unión de la familia (4)


    Fecha: 08/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... rugiendo los dos como león y leona apareándose
    
    ·¡Toma madre; toma, putita mía! ¡Toma polla, mamita mía, putita mía, toma polla, toma, toma!... ¡Que eres la tía más descomunal que haber pueda sobre la Tierra!... ¡Tía buena, tía rica, tía riquísima!... ¡Dios y que loco me tienes, Julia, madre, mamita, madrecita mía de mi alma!...
    
    ·¡Y tú, mi vida, y tú!... ¡Que eres el tío más bueno, más “buenorro”, más macho, que bajo la capa del cielo pueda haber!... ¡Sí, sí, mi amor, mi macho…dame polla…más, más polla…mucha más polla, machote mío…maridito mío!... ¡Aayyy! ¡Aayyy! ¡Aayyy!... ¡Qué feliz me haces, hijito mío de mi alma!... ¡Cuánto, pero cuánto placer me das…cuantísimo, amor mío…marido mío!... ¡Maridito mío queridísimo!...
    
    Los minutos pasaban y pasaban, pero eso, el placer, la dicha, ese inmenso placer, esa inigualable dicha de que ambos disfrutaban, que ambos se regalaban a raudales, el hijo a la madre, la madre al hijo, seguía y seguía vigente, minuto tras minuto, minutos tras minutos, eternos minutos, bien podríase decir, en infinito combate cuerpo a cuerpo, dulce, tiernísimo combate, mas no por ello menos aguerrido, si darse tregua ni cuartel, ni él a ella, ni ella a él…
    
    Al fin pasó lo que tenía que pasar, que los increíbles orgasmos que tanto el hijo como la madre disfrutaban, acabáronse, pues todo lo que empieza, todo lo que nace, está llamado a acabar, fenecer, antes o después, más pronto o más tarde… El terminó algo antes que ella, que siguió moviendo con todo ...
    ... ímpetu sus caderas, rebañando, gotita a gotita, sus últimos espasmos de placer, pero eso no hizo que él cesara en sus embestidas, sino que siguió entando y saliendo de la femenina intimidad materna con el mismo brío que antes lo hiciera, si es que no, aún más briosamente, incluso-
    
    Para ella, Julia, lo que Ana Belén dice en una de sus canciones se hizo tangible realidad, casi absoluta materialidad, que “Para entrar en el Cielo, no hace falta morir”, sólo amarse como entonces se amaban madre e hijo, la mujer que la madre era, el hombre que el hijo era, e su conyugal intimidad de verdaderos esposo y esposa, marido y mujer pues, podría decirse, con absoluta justicia, que con sus dedos llegó a tocar ese Cielo, ese mismo Cielo, el auténtico, genuino, Paraíso de Dios, el Edén por antonomasia…
    
    Al fin, consumado hasta sus últimas heces, el monumental y postrer orgasmo, algo así como el padre y la madre de todos los orgasmos, habidos y por haber, Julia no pudo más, dejándose caer sobre la superficie del lecho, rota, aniquilada, desmadejada… Pero es que, no acababa ella de derrumbarse, boca arriba, en el lecho, que él, Álvaro, cayó desplomado sobre el desnudo cuerpo materno, enterrando el rostro entre los maternales senos, con nariz y boca chocando contra el torso de su madre en tanto los senos que de crío le alimentaron con su leche, ahora acariciaban suavemente sus mejillas, uno la diestra, el otro la otra mejilla.
    
    Pero aquello no duró mucho; realmente, nada, ya que al punto, ...