1. Por la unión de la familia (4)


    Fecha: 08/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... Y, seguidamente, Julia se quedó sola en casa, pues él tuvo que ausentarse al puesto de trabajo que esa noche tenía, una de tantas macro fiesta que en tal Noche suelen montarse a todo lo largo y ancho de España.
    
    Esa noche fue la más infeliz en toda la vida de Julia. Cuando su hijo se marchó, intentó entretenerse viendo algo de televisión, pero lo único que realmente hizo fue “zapping”, pasando de cadena en cadena sin quedarse en ninguna, sin ver, fijarse, en nada, aburrida y un tanto cabreada por verse así, sola en tal noche… La primera vez que en toda su vida le pasara… Se cansó de aquello, se aburrió como nunca, pero lo que realmente le pasaba es que estaba que bufaba con su hijo, por abandonarla en tal noche… También entendía que eso era lo que debía de ser, que él tenía que trabajar, y mucho, si quería ser algo por sí mismo, y ella le avalaba enteramente en tal empeño; incluso estaba tremendamente orgullosa de su hijo por eso mismo, por emperejilarse como se emperejilaba en lograr lo que quería… Lo que, sin ambages ya, también ella deseaba… Pero qué duro se le hizo eso aquella noche.
    
    Acabó por irse a dormir enseguida, poco más allá de la una de la madrugada, pero la noche se la pasó en blanco, sin pegar ojo ni un instante, dando vueltas y más vueltas continuamente, sin descanso, sin apenas cesar. Le echaba en falta, a él, a Álvaro, a su hijo…su propio hijo. Y no, simplemente, en casa, no, sino allí, en su cama, junto a ella; o mejor, encima de ella o ella encima de ...
    ... él…como fuera, pero con la virilidad de él, su hijo, dentro de ella; pero que muy, muy, adentro, en lo más profundo de sus entrañas. Sí, le deseaba como jamás deseara a hombre alguno en su vida; un deseo que, bien, no sabía definir, pues era distinto a todo lo antes sentido por ella…
    
    ¡Y no había ella deseado hombres, machos humanos, ni nada en toda su “pastelera” vida! Montones de ellos, legiones de macho humanos, bien podría decirse, pero como entonces, en esa noche, deseaba a su hijo…sí, a su propio hijo, nunca, nunca jamás. No acababa de explicárselo, pero ahí estaba su “tesorito” echando llamas por todo lo alto, en pavoroso incendio que la consumía hasta el alma. Y la tentación o, mejor, necesidad, fue intensísima, obligándola a hacer lo que pocas, muy pocas veces en su vida hiciera; bajar su mano a su “prendita dorada” para, a mano plana, acariciársela… Pero eso fue peor, pues el incendio interior cobró unas proporciones dantescas, homéricas, por así decirlo.
    
    Estaba desesperada, llamando a gritos a su hijo… Y lo hizo; hizo lo que raras veces antes hiciera, masturbarse, metiéndose no un dedo, sino dos, tres incluso, dándole desesperadamente, violentamente, proporcionándose a sí misma un verdadero sexo duro, durísimo, hasta despiadado podría entenderse… Se provocó el orgasmo una y otra y otra vez, consecutivas, sin parar, sin solución de continuidad entre unas y otras, en una especie de orgasmo continuado, eyaculando veces y veces, sin parar, a cántaros, cual grifo ...
«1...345...17»