1. Por la unión de la familia (4)


    Fecha: 08/11/2018, Categorías: Infidelidad Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... cubiertos; ya verás, sabré tenerte, con lo que puedas darme, hecho un pincel, bien comido, bien vestido… Hasta haré que nos sobre un poquito para darnos, de vez en cuando, “una alegría pal cuerpo”, “una canita al aire”, saliendo a cenar y bailar alguna que otra noche… Y seremos felices, los dos juntos; siempre juntos, fundidos los dos, tú y yo, en un solo cuerpo, una sola alma…
    
    Julia seguía enteramente alterada, exultante, exaltada, con las mejillas rojas como la grana y un brillo más que especial en sus ojos… Ella, hablando, hablando, se le había arrimado más que mucho, metiéndole los senos hasta el alma, estrellándoselos en el masculino pecho, con unos pezones que él notaba duros como piedras, enhiestos como pitones de Miura, corniveleto y astifino, con sus brazos rodeándole el cuello en más que prieto, prietísimo, abrazo que no parecía sino que ella quisiera fundirse con su hijo en un solo, único cuerpo hacer de ambos cuerpos uno solo. Como solía, estando informalmente en casa, la comodidad ante todo, se cubría con una sencilla bata de casa en seda natural de liviano tacto que, perfectamente, imitaba la suavidad de y el calor de la femenina piel; abierta de arriba abajo, con sólo un ceñidor en la misma seda que constituía la bata y, como en ella era, digamos, clásico, sin más prendas, bajo la bata, que la minúscula braguita tanga, cómo no, negra, con encajes en transparencias, como habitualmente solía usar.
    
    Álvaro notaba todo eso, la calidez del cuerpo exuberante de ...
    ... la mujer que su madre era, sus naturales efluvios, ese aroma que el cuerpo femenino, por naturaleza, exhala, metiéndosele dentro…muy, muy adentro, por todos los poros de su cuerpo, embriagándole esa fragancia de mujer más, mucho, muchísimo más, que el vino, el licor más fuerte. Y no pudo más; quiso, se empeñó incluso, en mantener su estoicismo, que todo eso le resbalara, le resultara casi ajeno…
    
    Sí, quiso, y denodadamente, no rendirse ante ese cuerpo de odalisca, pero no pudo, le fue imposible, naufragó en toda la línea. La deseaba como jamás deseara a mujer alguna; como, ni a ella misma, la hubiera deseado antes…y mira que no la había deseado desde que se sintió subyugado por ella… Pues ni como en sus más desenfrenados momentos anteriores la deseara; loco, loquito del todo estaba por su Julia, su madre, su propia madre, sí. Pero es que, si él deseaba a la mujer que era su madre, ella no se quedaba atrás deseándole a él, al hombre que su hijo, su propio hijo, era. Le deseaba con ansia, con frenesí… Como en la pasada Noche Vieja le deseara, o, tal vez, aún más
    
    Álvaro, loquito perdido, sin poder atender ya a raciocinio alguno, casi saltó sobre su madre, abrazándola frenético perdido, buscando la femenina boca, la femenina lengua, su saliva, su aliento mismo, como sediento en medio del desierto buscaría un odre, una fuente, un manantial de agua…y la encontró, pues Julia, ansiosa y solícita, solícita y ansiosa, de su hijo, le salió al encuentro, abriéndole al punto su boca, ...
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