Por la unión de la familia (4)
Fecha: 08/11/2018,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos
... saliendo su propia lengua a recibir al huésped en busca de posada. Se besaron como si en ello les fuera la vida, aferrándose el uno al otro cual naufrago a tabla salvadora, mordiéndose los labios hasta rasgarlos, hasta hacer brotar la sangre… Aquello era la locura hecha ardiente, candente, pasión, teñida, casi a partes iguales, del más primitivo deseo macho-hembra en lo más álgido de su celo, cariño materno filial llevado al límite de lo que una madre puede querer al hijo, el hijo puede querer a la madre pero también del amor hombre-mujer desesperadamente enamorados él de ella, ella de él.
Mientras se besaban se acariciaban, mutuamente, con toda ternura, toda dulzura, perro con una salvedad que enseguida introdujo él, Álvaro, al bajar su mano diestra a los senos maternos, tomándolos, acariciándolos, ora uno, ora otro, arrancando así a su madre los primeros suspiros, gemidos casi, de placer. Pero Álvaro, ya lanzado, cuesta abajo y sin frenos, quería más, mucho, muchísimo más; y le soltó el cíngulo que ceñía la bata, soltándola, abriéndola de par en par; y ante él surgió el cuerpo de su madre, cubierto sólo por la exigua braguita-tanga.
Y sin pensarlo ni un segundo, se lanzó sobre la ambrosía de los maternos senos, esas cántaras de arrope y miel, lo más dulce del universo mundo, al menos para él, el éxtasis de todas las dulzuras que imaginarse pueda nadie. Los besó, los lamió, una y otra y otra vez, besando, lamiendo y chupando, succionando, bien, pero que bien, los ...
... pezoncitos de ambos senos, pasando del uno al otro, del otro al uno y vuelta a empezar.
Y qué decir de Julia, henchida de dicha, gimiendo de gozoso placer urbi et orbe, a todo trapo, acariciando la cabeza, el cogote, de su hijo, empujándole dulcemente hacia sí misma, contra sí misma, pidiéndole que siga, y siga, y siga
·¡Así, mi amor, así! ¡Chúpale las tetas a tu madre, los pezoncitos, mi amor, mi vida! ¡Así, así, corazoncito mío; no pares, mi amor, mi cielo, sigue, sigue chupándome, cariño mío!
Pero aquello ya para ella, Julia, no era bastante; su femenino interior era ya como un volcán presto a entrar en erupción, necesitada, pues, de alivios urgentes, que ella demandaba, de todas-todas, casi a voz en grito, de su hijo
·¡Cariño mío, vidita mía, llévame ya a la cama; te necesito, mi amor, te necesito dentro de mí! ¡Vamos, amor mío, vamos, no me hagas esperar más!
Álvaro, de momento, no respondió a su madre; se limitó a suspender las atenciones dedicadas a los maternales senos, para acariciarla con suma delicadeza, todo él dulzura, cariño, sin ápice de sexualidad.
·¿Sabes Julia?... Tendrás que esperar un poco; lo justo para cambiarte, ponerte lo imprescindible para salir a la calle y llegar a casa… A nuestra casa, nuestro hogar desde esta misma ya casi noche…
Julia se quedó un instante como parada, como si no supiera bien que hacer, pero eso fue, solamente eso, un instante, algún segundo, tras lo cual dio un besito, un “piquito” más que fugaz a su hijo, su ...