Con las manos en... el juguete
Fecha: 28/08/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos
... a ver la película. De vez en cuando hacemos algún comentario, pero la mayor parte del tiempo estamos en silencio, sobre todo en las escenas eróticas. En esos casos, se palpaba la tensión sexual en el ambiente, pues a cada uno le producía excitación saber que el otro estaba presenciando lo mismo.
Yo instigaba un poco más, si cabía, esa tensión, haciéndole observaciones incómodas, como cuando el protagonista, el fotógrafo, se aseaba en el jardín y la anfitriona le espiaba desde la ventana de su cuarto, escondida tras el visillo:
―Merche, ¿qué haces espiando tras las cortinas? Eso no se hace.
―Tú te callas ―respondía―. Es mi casa, y en mi casa hago lo que quiero.
―Desde luego... ―seguía yo―. Mira que andar excitándose detrás de las ventanas...
―¿Te quieres callar? ―saltaba ella, «molesta», chasqueando la lengua, descojonada al mismo tiempo.
Desde mi posición en el salón, algo más retrasada que la suya ante el televisor, podía observarla sin que me viera. Merche no era en absoluto mi tipo, nunca lo fue. Sin embargo, me excitaba su mentalidad mojigata, alimentaba mi morbo. Pude ver cómo se iba relajando poco a poco, cómo se recostaba sobre el sofá en una posición cada vez más cómoda, extendida, cómo sacaba los pies de debajo del cojín y jugueteaba con él, pellizcándolo con los dedos.
Al acabar la película, nos quedamos charlando un rato, antes de irnos a acostar. Ella había cogido el cojín y lo apretaba contra sí misma, abrazándolo. Eran ya cerca de las ...
... doce.
―Bueno, ¿nos vamos? ―pregunto.
―Sí, ya va siendo hora. A ver qué tal se me da dormir en una casa que no es la mía ―me dice, riendo.
―¿Tú?, ¿con lo lirón que eres? Preocupadísimo me tienes.
Nos vamos cada uno a su habitación, se oyen sonidos de cuerpos desvistiéndose, de sábanas que se descorren. Poco a poco se van amortiguando, se apagan las luces y se hace el silencio. Pero a mí todavía me quedan ganas de incordiar. Le grito desde mi cama:
―¿Te has quedado en ropa interior?
Se oye un nuevo chasquido de fastidio, con la lengua. Me llega otro grito:
―No, bobo, me puse un anorak encima del pijama. ¿Quieres dejarme en paz de una vez?
―Era sólo por saber, mi niña, por conocer tus hábitos ―le digo descojonándome pero tratando de parecer serio. Después de unos instantes, vuelvo a la carga―: O sea, que ¿estás ahí acostada en ropa interior sobre la cama que uso todos los días?
Durante medio minuto no se oye ni una mosca, hasta que de repente, pillándome totalmente de sorpresa, la oigo hablarme desde el umbral de mi puerta, en voz muy baja, su cuerpo cubierto con una manta y el mío a medio cubrir por la sábana:
―Mira, graciosito, ¿te queda mucha cuerda todavía? Porque yo quiero dormir, ¿eh? ―me dice aparentando un fastidio que no existe. Está visiblemente cachonda. Si fuera por ella, seguiría con este juego toda la noche.
―¡Vale, tía repelente!, sólo tenía curiosidad. Que duerma usted bien ―le digo tratando como puedo de sonar «indignado». Y luego, ...