1. Con las manos en... el juguete


    Fecha: 28/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... hablando por lo bajo, pero suficientemente alto como para que me oiga―: Desde luego, qué mala leche tienen algunas.
    
    ―Eso, tú sigue, ¿eh? A ver si voy a tener que dormir ahí para taparte la boca ―me llega su voz desde el pasillo, conforme se aleja caminando.
    
    Yo estoy teniendo una erección en ese momento. «¿Se le ocurrirá venir otra vez a reprenderme?», pienso yo para mí. Me pone cachondo la idea de verla de nuevo hablarme desde el umbral de la puerta estando empalmado bajo la sábana. Decido callarme la boca. Finalmente, dormimos.
    
    Son las siete menos cuarto de la mañana. En la casa reina el silencio. Me levanto para hacer pis. Sólo llevo puestos unos slips azules muy elásticos, de modo que dudo si ponerme el pantalón del pijama. Como la luz del día es aún muy débil, el pasillo está sólo levemente iluminado, pero tampoco me será necesario encender las luces. Decido ir al baño tal como estoy.
    
    Camino sin hacer ruido por el pasillo. Paso por delante de su habitación. Su puerta está entornada, quedando sólo una pequeña ranura. Entro en el baño, cierro la puerta sin hacer ruido y hago pis, procurando no hacer chocar el chorro de orina con el agua de la taza. Dejo la cisterna sin bajar. Me vuelvo a mi habitación de puntillas. Cuando paso por delante de su puerta, creo percibir un ruido como de rozamiento, quizás de una tela sobre otra. Escucho con más atención. «Quizás es que se ha dado la vuelta», pienso. Es un sonido leve, pero continuado. Retrocedo y pongo el oído ...
    ... junto a la abertura de la puerta. Sigo percibiendo un siseo repetido. «No está dormida», me digo. Toco en la puerta muy suavemente, con las uñas de los dedos, de tal modo que si duerme, no se despierte:
    
    ―¿Merche? ―digo muy suave.
    
    De repente, se oye un enérgico revuelo de sábanas y el crujir del somier. Silencio de nuevo.
    
    ―¿Merche?, ¿estás despierta? ―digo, desde el umbral, sin asomarme.
    
    ―Sí, sí... ―se oye una voz dubitativa, insegura, después de una pausa que considero excesiva.
    
    ―¿Se... puede? ―digo extrañado.
    
    ―Sí... Pasa si quieres ―me dice.
    
    Abro muy despacio la puerta, asomando sólo la cabeza. La habitación, que tiene la ventana cubierta sólo con un visillo, está parcialmente iluminada con la vaga luz del día. La veo a ella recostada sobre la almohada, casi diría que sentada, apoyada contra el cabecero de la cama, y con las sábanas sujetas con los brazos sobre tu torso, por encima de los pechos, como se ve a menudo en las películas. Una pierna flexionada le asoma ligeramente bajo la sábana, la cual aprieta contra la otra. Se me antoja una postura extraña a esta hora de la mañana. Sin entrar aún, le digo:
    
    ―Buenos días. ¿Qué haces despierta?, ¿te desvelaste? No son ni las siete.
    
    ―No... Bueno, sí.
    
    Arrugo el entrecejo e intento comprender echando un amplio vistazo a la cama.
    
    ―Qué raro en ti, con lo bien que duermes siempre, ¿no? ―le digo sonriendo.
    
    ―Ya... Debe ser que no es mi casa ―me dice.
    
    De repente observo el brazo que aprieta la sábana ...
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