1. Con las manos en... el juguete


    Fecha: 28/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Orpherius, Fuente: CuentoRelatos

    ... contra sí y no encuentro ni la tira del sujetador que debería pasarle por el hombro, ni la que debería cruzar hacia atrás, hacia la espalda. Sigo paseando la mirada por su cuerpo y reparo en la pierna flexionada que sobresale bajo la sábana. Me doy cuenta de que la carne del muslo, justo allí donde nace y comienza la nalga, está igualmente desnuda. «Quizás duerme sin ropa interior», pienso. En ese momento hago el amago de entrar pero me doy cuenta de que sólo llevo puestos los slips. Tras un momento de duda, impulsado de nuevo por el morbo, decido entrar.
    
    ―¿Estás bien? ―le digo, avanzando por la habitación y comenzando a estar excitado por exponerme así delante de ella.
    
    ―Sí, sí, todo bien, tranquilo ―me responde, esquivando mi cuerpo con la mirada y mirándome a los ojos.
    
    La siento especialmente nerviosa, no sabría decir si excitada, pues en esta semipenumbra en que nos encontramos, creo notar unas manchas granate sobre sus mejillas.
    
    ―Pero, ¿qué hacías? ―le pregunto.
    
    ―Nada, ¿por qué lo dices?
    
    ―No sé, como estás así sentada... ¿Llevas mucho rato despierta? ―le digo. Se me hace raro pensar que se ha desvelado y se ha propuesto pasar el tiempo en esa postura.
    
    ―Sólo un rato ―me responde―. Es que me sorprendiste al tocar en la puerta. ¿Tú has dormido bien?
    
    ―Sí, perfecto. Sólo había ido al baño un momento ―le digo. Luego, haciéndole notar que me he fijado en que no lleva ropa interior, le suelto riéndome―: Veo que al final te quitaste el anorak.
    
    ―Sí... ...
    ... ―me dice, y se pone como un tomate maduro. He llegado a una conclusión: está excitada y nerviosa.
    
    ―Tú tramas algo ―le digo.
    
    ―¡Que yo no tramo nada! ―responde, enérgica, y noto que se contrae bajo las sábanas, que aprieta más las piernas, juntando las rodillas.
    
    ―¿Qué escondes? ―le digo con una sonrisa traviesa.
    
    ―¡Pero qué dices, niño! Que no escondo nada ―me dice, tratando de incorporarse un poco más, sujetando la sábana sobre sus pechos con un brazo y ayudándose con el otro sobre el colchón.
    
    Me acerco más a ella, invadiéndole la perspectiva. Gira la vista para no mirar el evidente bulto que ocultan mis calzoncillos. Me gusta observar los esfuerzos que hace por esquivarme. Tiendo un brazo hacia la sábana que cuelga sobre su pierna flexionada, la cojo con dos dedos, como con una pinza, y la levanto un poco.
    
    ―¿Qué haces? Estate quieto ―me suelta «enrabietada», tratando de deshacer lo que yo estoy tratando de hacer, tirando de la tela hacia abajo.
    
    ―Mi niña, ¿temes resfriarte en agosto? ―le digo yo, siguiendo con mis pesquisas.
    
    Sigo tirando un poco más de la sábana, descubriendo la carne blanca de su muslo. De repente, mi cuerpo se eriza por completo, abro mis ojos de par en par, me quedo en shock durante unos segundos. Observo que por el hueco que forman los dos muslos al juntarse, en la entrepierna, asoma la punta de un objeto de color beis. ¿Es lo que creo que es? No doy crédito. Tratando de recuperarme de la impresión, y adoptando la voz más pícara de que ...
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