1. Cuatro me aman, y las cuatro son ajenas


    Fecha: 29/08/2025, Categorías: Incesto Autor: suruminga, Fuente: CuentoRelatos

    ... casa, cosa que imitaron los invitados, dejándonos solos a Gabriela y a mí, con el encargo de transportar a las cuatro mujeres cuando terminara la fiesta. Ahí se acercó la cumpleañera.
    
    - “Salgan a bailar no sea que, de pronto, los agarre la vejez”.
    
    Nos miramos, sonreímos y caminamos hacia el sector de baile justo cuando comenzaba la serie de lentos. Por supuesto, tenerla abrazada con el antecedente del deseo largamente contenido fueron suficiente para derribar las pocas defensas con que contaba, y así, imitando a casi todas las parejas, presioné levemente su espalda mostrando querer tenerla más cerca, pero dándole la oportunidad de oponerse sin tener que hacer fuerza. Su respuesta fue pegarse a mi cuerpo y corresponder al frotamiento de ambas pelvis aunque su pudor la hizo evitar mirarme y ocultar la cara en el hueco del hombro.
    
    Poco duró el intenso roce ya que de pronto se separó bruscamente pidiéndome regresar a la mesa. Sorprendido la acompañé y nos sentamos juntos, ambos un tanto cortados. Ahí tomó la copa de vino a medio llenar y de un solo trago la dejó vacía, manteniendo la mirada desenfocada hacia algún punto frente a ella. Evidentemente me tocaba romper el silencio.
    
    - “Estás incómoda o molesta?”
    
    - “No, simplemente tengo miedo. Recién casi hago una locura a la vista de todos, pues estuve al borde de colgarme de tu cuello, besarte con desesperación y frotarme hasta acabar como una burra”.
    
    - “Y yo te hubiera correspondido con el corazón galopando de ...
    ... alegría, pues hubiera sido concretar un anhelo largamente reprimido”.
    
    - “Y en un instante, ambos, tendríamos la vida arruinada”.
    
    Más tranquilo tomé una de sus manos que seguía aferrando la base de la copa y la apreté, cosa que fue recíproca.
    
    - “Te amo preciosa”.
    
    Su cabeza no se movió, pero una lágrima bajó por su mejilla.
    
    - “Yo también, hijo de puta”.
    
    Esa confesión no podía desaprovecharla; mientras seguíamos con la mirada al frente y los dedos de la derecha estaban entrelazados con los de ella, los de la izquierda bajaban el cierre del pantalón, sacaban con dificultad la pija dura y la cubrían con una servilleta. Cuando su mano, guiada por la mía, hizo contacto con el miembro erecto cerró los ojos diciéndome en un susurro.
    
    - “Perverso, te aprovechás de saberme indefensa”.
    
    - “Es verdad, pero me estoy aprovechando de que deseás lo mismo que yo, por lo que más quieras aliviá mi dolor de testículos, que desde el baile están al borde de la explosión”.
    
    - “Y como soy la culpable tengo la responsabilidad de darle solución”.
    
    - “No mi amor esto es cosa de los dos pero vos me podés ayudar, así divina, así mové la mano arriba y abajo, no importa que la servilleta quede como cartón; ya viene, ahí está saliennndooo”.
    
    - “Ahora tendré que lavarme las manos. En este estado no puedo saludar a nadie”.
    
    - “Antes debieras probar aunque sea una gotita”.
    
    - “Tengo razón al pensar que sos un degenerado, te voy a dar en el gusto porque te amo”.
    
    Y lo hizo, se ...
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