Libertad condicional (II)
Fecha: 30/08/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
En vista del persistente mimbreo del móvil sobre la mesa, Merche lo introdujo en el primer cajón para que dejase de importunar. No le gustaba contestar si en ese momento atendía a alguien, considerándolo una falta de ética profesional.
Cuando terminó el asesoramiento a su cliente lo acompañó hasta la puerta, le dio la mano y se despidió hasta su próxima cita.
Abrió el cajón y devolvió la llamada perdida.
—Hola Soy Mercedes Serra. Tengo varias llamadas perdidas.
— Sí, —respondió el hombre al otro lado de la línea. —Perdone que la haya molestado. Sólo serán unos minutos de su tiempo. Me llamo Mario Cuesta. Soy el abogado de oficio de Hassan Hamidi, —manifestó al tiempo que una voz de fondo le interrumpía gritando “tú no eres mi abogado, huevón”. —Discúlpeme —continuó diciendo. —Estoy en comisaría e intento establecer un diálogo con mi cliente, pero se niega a colaborar. Dice que sólo hablará con su abogada. Si es usted, entiendo que asume su defensa, y por tanto, yo me hago a un lado.
Se hizo el silencio durante unos segundos en los que un sinfín de pensamientos rebotaron en su cabeza hasta que el abogado interceptó el mutismo.
—¿Sigue usted ahí? —preguntó el letrado.
—Sí, sí. ¿De qué se le acusa? —preguntó tras el impasse.
—Robo con arma blanca.
—Es reincidente, —le informó Merche.
—Lo sé, —dijo él. —Le caerán varios años. Su ficha policial es de todo menos alentadora.
—Ya no soy su abogada. Así lo acordamos ambos.
—Él no dice lo mismo, ...
... pero siendo así, asumiré yo su defensa.
—Sí, es lo mejor, —añadió. Inmediatamente escuchó la voz de Hassan de fondo.
—No me dejes en manos de este memo, —gritó Hassan intentado hacerse oír.
Merche escuchó sus quejas y permaneció callada con el corazón encogido. Por segunda vez se veía en la misma encrucijada. Pensaba que había dejado atrás al controvertido personajillo y sabía que de un modo u otro siempre terminaba enredada en su tela de araña.
Quería auto convencerse de que se reformaría y ese engaño a sí misma, era poco menos que pedirle peras al olmo.
—Yo me encargo, —admitió con reservas después de meditarlo unos segundos.
—Está bien, —la espero aquí, concluyó el letrado.
Mientras conducía hacia la comisaría dudó de su decisión. Sabía que ésta no conduciría a buen puerto. Él debería haber aprendido ya a afrontar las consecuencias de sus actos. Había tenido la oportunidad de resarcirse y no la había aprovechado. Viendo su ficha, cualquiera entendía que era culpable de todo lo que se le acusaba. Ella podía encontrar otro resquicio legal para que no ingresara en prisión. Lo que no le gustaba era que aquel gandul le tomara el pelo o la tachara poco menos que de ingenua.
Merche entró en comisaría. Todos los allí presentes se voltearon a contemplar la atractiva y elegante fémina caminando con paso firme e imperativo hacia el mostrador.
—Quiero hablar con el detenido Hassan Hamidi, —exigió. —Soy su abogada.
—El detenido ya está con su abogado, —alegó ...