1. Libertad condicional (II)


    Fecha: 30/08/2025, Categorías: Infidelidad Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos

    ... Ya estás crecidito.
    
    —Tú lo sabes bien, —dijo con segundas.
    
    —Adiós Hassan, —se despidió Merche mientras abandonaba la sala de interrogatorios.
    
    A los cinco minutos entró un oficial de policía y le quitó las esposas.
    
    —Eres libre, capullo, —le informó a regañadientes el oficial. —De momento, —matizó a continuación.
    
    El joven se levantó mirando a su alrededor sin entender qué había pasado. Después fue acompañado a la calle, se encendió un cigarrillo, aspiró el humo y lo lanzó con parsimonia dándole de nuevo gracias a Alá. Ahora bien, de sobra sabía que era a Merche a quien debía dárselas.
    
    Por su parte, ella no necesitaba justificarle a su marido los cinco mil euros que pagó por la fianza del muchacho. Sería después, durante la defensa de su caso, cuando sus explicaciones podrían hacer aguas.
    
    Pese a que el indolente joven lograba socavar la estable vida de Merche, sus contrariedades no eran pocas, pues aquel gandul era indomable e indomable seguiría a despecho de sus animosos esfuerzos. Podía ocultar lo de la fianza, lo que no podía era controlar su idiosincrasia. Su impredecibilidad no sólo le incomodaba, sino que la intimidaba, por ello, después de tres meses de armonía volvía a incursionar en su vida sin permiso como si estuviese viviendo un déjà vu. A ella, que siempre le gustaba tener controlado cada detalle de su vida, con él presente, pensar en eso era poco menos que una utopía.
    
    Quiso hablarlo con su esposo. Quiso decirle que había pagado su fianza, ...
    ... sin embargo eso comportaba profundizar en más detalles que no le apetecía contar, como el interés que les había unido durante los tres años de litigios en los que se la estuvo beneficiando con su absoluto beneplácito. Aquel patán lograba que arañase el suelo de una manera que nadie había logrado, incluso había rozado la adicción sexual de necesitar a aquel gandul para aplacar sus desmesurados apetitos sexuales. ¿Podía decirle eso? Obviamente, no.
    
    Con esas premisas y con las reminiscencias del pasado a flor de piel, su deseo se reactivó y empezó a transpirar. Se acercó a su esposo y lo buscó con la mano, y al contrario de ella, éste estaba en su fase REM y entendió que no se iba a despertar ni viniéndose abajo el edificio, por tanto, su mano redirigió la ruta en dirección a su sexo y sus dedos patinaron por su humedad. Bastaron unas cuantas fricciones en la raja para alcanzar el clímax, ahogando los gemidos y elevando sus caderas en una acción impulsiva e improvisada. Después, su ritmo cardiaco retornó a la normalidad y se quedó dormida con la mano en su sexo.
    
    —¿Te encuentras bien? —preguntó Félix tras cinco minutos de incómodo silencio. Normalmente el desayuno era un momento importante del día en donde cada uno exponía lo que iba a ser la jornada aportando la experiencia y los conocimientos del otro. Hoy no era ese día. Hoy era uno de esos repletos de reflexiones internas en el que los dilemas sentimentales opacaban los asuntos laborales.
    
    —Estoy bien, con un poco de ...
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