Libertad condicional (II)
Fecha: 30/08/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Gargola, Fuente: CuentoRelatos
... el agente.
—Ahora lo soy yo, —decretó ella sin titubear.
El hombre vaciló, bajó la vista ante la desafiante mirada de la letrada y la instó a seguirla. Abrió la puerta de la sala y la hizo pasar.
Iba con un traje chaqueta gris marengo compuesto por una falda de tubo que cubría sus rodillas y una americana que se ajustaba a su silueta. El abogado la contempló con fascinación, eso sí, acompañada de absoluta discreción. Fue Hassan quien no pudo disimular su atracción hacia ella. Llevaba el cabello suelto y lucía un maquillaje sencillo. No necesitaba más. La mirada del gandul recorrió su anatomía traspasando la fina tela de su atuendo, y la visualizó desnuda como tantas otras veces. Conocía a la perfección cada curva de su fisionomía y la sangre fluyó sin que pudiese evitarlo siguiendo el curso de la gravedad.
Los abogados se saludaron, se dieron la información pertinente y el letrado abandonó la sala alegrándose de abandonar un caso que de antemano sabía que estaba perdido.
Merche cerró la puerta y lo miró indignada.
—¡Hola fierecilla, —saludó Hassan, sin embargo, la mirada inquisidora de ella no daba mucho pie a chanzas fuera de lugar.
—Te lo advertí, Hassan. Te dije que si no te reformabas acabarías mal. Me prometiste que lo harías y quise creerte, pero reitero que contigo es imposible. Acabarás tus días en la cárcel.
—Te tengo a ti fierecilla.
—¿Te parece gracioso todo esto? Porque a mí no me hace ni pizca de gracia. Te advertí que si volvías a ...
... delinquir no contases más conmigo.
—Y aquí estás… —subrayó.
—No me subestimes, Hassan o me iré por donde he venido sin mirar atrás.
—No lo hago. Todo lo contrario. Sé que eres la mejor y que me sacarás de aquí.
—¿Tienes dinero para pagar la minuta?
—¿La amistad que nos une no cuenta?
—¿Acaso crees que vivo de hacer obras de caridad? ¿Tengo cara de imbécil, o crees que soy una puta ONG? —preguntó alterada.
—Puedo pagarte en especies, —bromeó él.
Merche lo miró con displicencia, cerró la carpeta y la metió en su maletín.
—Adiós Hassan. Debes aceptar al abogado de oficio. Con tu actitud pasota y tus modales de macarra no voy a defenderte.
—Está bien. Seré bueno, —admitió retractándose.
—Ser bueno no es el único requisito. No tienes dinero para pagar mis honorarios, puedo obviar eso y ser benevolente, pero en cualquier caso tendrás que pagar la fianza. ¿De dónde vas a sacar ese dinero?
—Había pensado que me lo prestaras tú y ya te lo devolveré.
—Ahora si que estoy segura de que me tomas por imbécil, Hassan.
—Conseguiré el dinero. Te lo prometo.
—Tus promesas no tienen ya ningún valor. ¿Cómo vas a conseguirlo, robando otra vez para pagar una fianza por acusación de robo? ¿Cuándo acabará esto?
—Dame una oportunidad.
—¿Cuántas te he dado ya? No soy tu madre, ni tu tutora, Hassan. Dejé de ser también tu abogada precisamente por ésta situación en la que nos encontramos ahora. Tienes que saber qué haces con tu vida y en qué líos te metes. ...