Con Ernesto en el pueblo - Relatos Eróticos

Con Ernesto en el pueblo

... a putitas como yo. 

De un golpe seco metió su polla cuanto podía, hasta sentir sus huevazos de macho contra mis nalgas.
- "Ahhhh !"
- "Toma nene... toma polla cabrón !"
- "Ahhhh.. joder ! me duele !..."
- "Asíiiiii... gime putita.. mientras te folla tu macho !"

Tras unos pocos minutos sacó su verga y en lugar de correrse, como yo pensaba, me dio la vuelta y puse sobre mí nuevamente su polla otra vez en la entrada de mi culo dispuesto a seguir follándome como un animal. La imagen que ahora tenía de ese macho era espectacular. Un rabazo enorme colgaba sobre unos buenos huevos cargados de leche, un cuerpo fuerte y moreno y sudado por el calor de la chimenea, el alcohol y el sexo, y una cara de vicio que me miraba con lujuria y pasión. Se agachó sobre mí y empezó a morrearme al mismo tiempo que empujaba con su polla.

Mis gemidos quedaban ahogados en su boca, y roto de placer, me agarré a él abrazándolo y rodeando sus caderas con mis piernas. Nuestros cuerpos eran uno, y en medio de toda esa vorágine de sudor, saliva, sexo y pasión, su cuerpo comenzó a convulsionar y a rugir. Se estaba vaciando en mí. Chorros de calor empezaron a llenarme, pero él no paraba de meterme su polla, como si quisiese llevar su semen más adentro posible de mí.

Sin necesidad de tocarme, de tan caliente que estaba del roce de su abdomen contra mi polla, yo empecé a correrme y a gemir en medio del mejor orgasmo de mi vida. Me agarré aún más fuerte a él, gimiendo cegado por el éxtasis, empujando mi culo aún más contra su polla buscando cada gota de leche que quedaba en él.

Exhaustos nos quedamos en esa posición sin poder movernos, recuperando el aliento, abrazados con su polla aún dura encajada en mi culito, y en cuestión de poco tiempo nos venció el sueño.