El negro, mi nuevo vecino. (Parte 2)
Fecha: 20/11/2018,
Categorías:
Gays
Autor: alej97, Fuente: SexoSinTabues
... deja las vainas atrás en el patio. No le respondí, pasé y él se quedó cerrando la puerta, en el patio de atrás estaba su mujer, acomodando unas cosas en una mesa. — Hola, mi amor, ¿cómo estás? Disculpa el desastre. — Hola, bien, ¿y tú? —dije mientras le daba un beso en el cachete. —Tranquila, me imagino que andan atareados con lo de la fiesta. — Bueno, algo, jaja. Gracias por traer el machete… (Pasó el negro susurrándome casi al oído “Claro, si eso es lo que más le gusta…”) ¿Qué dices, amor? —preguntó ella, acomodando otras cosas, supuse que no lo oyó. — Que qué bueno que haya traído el machete, el rastrillo y eso. — ¿Sí, verdad? — No es nada—dije sonriendo y mirando con cara de odio a El Negro. — Ay, ¿me puedes ayudar aquí con esto que…? —decía ella con las manos cargadas de unas telas. — Sí, sí, sí, cómo no. —respondí ayudándola. — Pónmelas por allá, voy a ver las arepas que se me deben estar quemando. —y se metió corriendo a la casa. Ella señaló a donde estaba El Negro, había una especie de cuartico, al lado había un baño, y afuera había una batea, donde El Negro se estaba cepillando. Cuando le paso por detrás, él se termina de lavar las manos y me sorprende dándome una nalgada y metiéndome en el cuartico, donde había más telas y sin pensarlo me quita las telas de las manos y me arrincona quedando yo con la espalda pegada a la pared. — ¿Qué haces? ¡Suéltame, Negro! —decía yo, tratando de evadirlo. — ¿Qué pasa, mi nene? ¿Acaso no quieres de esto? —preguntó agarrando mi ...
... mamo y poniéndosela en su guebo, aun lo tenía parado. — Suelta vale, que puede venir tu mujer, ¿tú eres loco chico? — Que venga, no importa… Dime, entonces, ¿no quieres? Porque yo si quiero de esto—dijo pasando sus manos por mi espalda hasta meterlas debajo de mi short y bóxer y agarrarme el culo abriéndomelo en dos y apretándolo fuerte. Me sobresalté, hizo eso muy rápido, como si tuviera toda la experiencia del mundo. — ¡Amor! ¡Ven a comer! —gritó la mujer, y acto seguido se escuchó su voz más cerca, El Negro me soltó y me lanzó en el montón de telas, hasta que llegó un segundo después su mujer y se quedó parada en la puerta. — Ahí están bien las telas, gracias. Quédate con nosotros a comer. — De nada, y gracias, no tienes por qué molestarte. — No vale, no es molestia, ¿ya comiste? — No, pero… — Entonces no hay excusa, vengan, vamos a entrar. Ella siguió adelante, yo detrás de ella y El Negro detrás de mí. Antes de entrar me agarró una nalga fuerte y me asusté, los nervios los tenía de punta. Cuando entramos, la niña de ellos estaba jugando en la sala, y ya las arepas estaban en la mesa, pero sin rellenar, luego nos sentamos. — ¿Te gusta el huevo? —me preguntó ella. — Le encanta —respondió El Negro en voz baja sonriendo. Yo puse los ojos en blanco. — ¿Qué dices, amor? No escuché. — Que obvio que le gusta, ¿a quién no? — Bueno, yo no sé, jajaja. — Sí, sí me gusta… mucho. —El Negro sonrió por lo bajo y mientras ella estaba de espaldas, él me habló al oído. — Yo lo sé mejor que ...