Inflexion anal.
Fecha: 04/12/2018,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... se proyectaban bodrios de contenido X? ¿Aquella sala de sesión doble, continua, con viejos y mugrientos asientos, siempre en penumbras, donde solo había bujarrones y chaperos casi siempre, casi todos bastante más mayores que yo?
Recuerdo que la última vez, el siglo pasado, cuando me acomodé, no tardó mucho en sentarse uno de los paseantes –ahora “walkings”– en la butaca de al lado mío, de mi -¡o como se diga!- para con disimulo primero, rozarme el brazo y, seguidamente, ponerme la tibia y áspera mano sobre el muslo, y luego subir despacio hasta mi entrepierna. También que no hice ademán de resistencia y me limité a seguir fingiendo, seguir viendo la chisporreante película de 35mm, llena de cortes, mientras él seguía desabrochando bajando hábil la bragueta del pantalón para luego sacar mi miembro ya empalmado y comenzar a sobarlo, a subir y bajar la piel de mi prepucio, descubriendo el glande amoratado e hinchado del que emanaron las primeras gotas de presemen debido a la excitación. Que yo cerré entonces los ojos y le dejé meterme mano mientras me susurraba al oído proposiciones indecentes con palabras soeces…
- Tranquilo chaval, déjate hacer… No sabes cuanto me gustaría estar a solas, en la cama contigo, no te imaginas lo que íbamos a disfrutar haciendo cochinadas, comiéndonos las pollas, los cojones, follándonos el culo. ¡Seguro que te gustará! Conozco un hostal aquí cerca donde podremos hacer de todo, y te ganarás un perrillas -¡clin, clin!- ¿Vamos, putito?
- ¡No! ...
... – Me decidí por coger el coche y dirigirme a una zona de bares de ambiente gay de la que tenía noticias, en donde nadie me conocería. Entré en uno de aquellos antros y pedí una copa, un gin-tónic de marca “Garrafón” que, cuando me sirvieron bien frío, bebí prácticamente de un trago.
Con disimulo, di una vuelta por el local hasta encontrar el “dark room”, e intrigado pero sabiendo lo que encontraría dentro, entré. Estaba totalmente lleno, no se podía pasar de la cantidad de gente, casi todo hombres, que había. Pero en un descuido, alguien muy corpulento me atrajo hacia un rincón y, refregando su cuerpo contra el mío, me comió la boca mientras agarraba mi trasero, y en tan solo segundos me puso tan excitado que no tuve por más que salir huyendo, para no correrme patas abajo, pringando los pantalones.
Apoyado en una esquina de la barra reponiéndome del calentón, cuando apuraba la segunda copa de veneno y comencé a dudar si pirarme, se me acercó un tipo más maduro que yo y comenzó a intentar hablar conmigo. Presentándose, me dijo llamarse Hugo y, sin ser excesivamente atractivo, un poco más alto que yo, de complexión media, cabello castaño oscuro, facciones simples y vestido desaliñado, casual, si era de esas personas joviales que te reconcilian con la noche, haciéndote reír a base de contar chistes, chascarrillos y anécdotas –¡gilipolleces en definitiva!
Así que poco a poco entablamos una intranscendente pero divertida conversación y estuvimos de cháchara un buen rato, ...