1. Inflexion anal.


    Fecha: 04/12/2018, Categorías: Transexuales Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... le escuché decir a Hugo.
    
    Y alucinada por el comportamiento de aquel sinvergüenza con gracia (el 2) al que nunca olvidaré y de sus más que grotescos amigotes (1 y 3) que me habían hecho sentir como una auténtica cerda, recogí mis cosas como pude, olvidando la blusa –¡joder! – y los legging rotos, y salí contoneando el cuerpo, la faldita manchada, sin que nadie me advirtiera de ello, de aquella inmunda caverna, que más tarde supe, cuando intenté en otra ocasión volver a verle, se había derrumbado o había sido demolida –¡o yo que se!
    
    Madrugada del domingo
    
    Aturdida, conduje sin saber a donde ir, hasta que callejeando, como cabra tira al monte, fui a parar a una zona apartada pero muy concurrida de prostitutas y traviesas. Entonces, enjugándome las lágrimas que surcaban mis mejillas y sorbiendo, paladeando los mocos de leche agria que me regurgitaban, comencé a dar vueltas y más vueltas para verlas, bajo la luz de las farolas, ofreciendo sus servicios, unas vestidas con apretadas prendas muy femeninas, levantándose las faldas mostrando desvergonzadamente los glúteos, otras sus miembros, con los brazos en jarras.
    
    El desasosiego me llevó a aparcar y salir a pasear y respirar el aire fresco de la madrugada, cuando alguien frenó de súbito y el viejo esperpéntico y de semblante familiar –¡el bujarrón del cine, y de los servicios públicos!– que estaba dentro, me invitó a subir en el auto. Con despecho accedí, arrancó y condujo peligrosamente hasta una calle poco transitada. ...
    ... Y nada más parar –¡en seco!– haciendo de tripas corazón, le besé en el arrugado rostro, luego en los fríos y secos (acartoonados) labios.
    
    Iba a pedirle algo de paxta cuando:
    
    - ¡Hoy es glatis! – logré solo decirle, gimoteando.
    
    Y sin mediar palabra, de inmediato metió la acartonada mano por debajo de mi falda, buscando mi bulto comprimido en la minúscula tanga, súper manchada, que llevaba puesta.
    
    - ¡Despacio, tlanquilo mi amol! ¿Tú, no te quitas los pantalones? – Le sugerí sin pudor.
    
    Mientras se los bajaba, separé las piernas y, desplazando la pequeña tela y finos hilos hacia un lado, le ofrecí mi medianamente erecto pene. Comenzamos a masturbarnos mutuamente cuando le pregunté si prefería encularme. Pero pienso que, por el fuerte olor a macho y sexo que yo desprendía, insistió en que le hiciese un francés, por aquello de acabar rápido. Y le hice una magnifica mamada, limpiándole todo el requesón, que seguro no olvidará nunca, pues le dejé el asiento totalmente encharcado.
    
    Domingo
    
    Tremendamente angustiado por todo lo sucedido, decidí regresar rápido a casa. Era tarde, o muy pronto, pero quizás tuviera tiempo aún para arreglar el desaguisado. Frenéticamente, intenté limpiarlo todo, hacer la cama, ordenar la ropa, las pinturas. Pero Ana –¡joder, Jana!– estaba ya de vuelta, pillándome en plena faena, el rimel corrido y su lencería puesta. Y con cara trasnochada, de fin fiesta frustrado, no tardó en empezar a chillarme y gritarme:
    
    - ¿Pero qué coño, cómo está ...