Inflexion anal.
Fecha: 04/12/2018,
Categorías:
Transexuales
Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... sacó, pero solo para permitir la entrada de otro (el 3) de los que esa noche iban a cogerme.
Este la intentó meter en mi ya dilatado y escurridizoana ano, pero tenía tan gordo el tallo (3) que a penas pasó la cabeza. Me dolía y comencé a gimotear y a pedirle que me la sacase, que no lo soportaba. Pero insistiendo, a lo bruto, finalmente logró perforarme y siguiendo con un frenético mete saca que me hizo relinchar, acabar tirada y humillada, chorreando lo que comenzaba a ser un glorioso combinado de semen.
Me ayudaron a levantar, pero para sentarme en la última pija pendiente (¿la 2, la de Hugo?). ¡Ahora si, esta entraba sin dificultad! Y el rol de sumisa empezó a gustarme y le animé a que siguiera, diciéndole:
- ¡Así, si, amol mío, empálame con más fuelza, lómpeme toda!
Para paliar el dolor comencé a masturbarme hasta que un tsunami orgásmico, gigante, me recorrió. Quise gritar pero no pude. Quise moverme libre pero fueron sus embates los que me articularon como una marioneta.
- ¡Ah, que dolol, qué gusto, sigue, sigue, dándome más, más!
Me tiré de nuevo al suelo hundiendo la cara en la alfombra que estaba hecha un auténtico basurero de restos de comida y algún que otro lamparón de caca, lefa y sangre que en algún momento no había podido contener - ¿solo yo? -, y me embistió de nuevo, enterrándome su picha (¡Si, la 2, la de Hugo!), para luego meterla y sacarla por varios minutos hasta que sentí la leche inundarme, rebosando de mis entrañas, junto con más ...
... mierda.
Con mucho escozor en el culo, todo pegajoso y pringado de aquellos fluidos, me permitieron retirar para limpiarme, recomponerme dándome un agüita en el bidé y vestirme más cómoda, con un blusón, una mini y una tanguita de licra.
Y un rato después, pensando que ya se habrían ido, caminando con dificultad, soltando alguna que otra pedorreta licuosa - ¡de las de supositorio, ya saben! - entré de vuelta a la sala. Pero allí seguían, en calzones sucios y amarillentos, con sus pijas (1, 2 y 3) al aire, saludando y riendo.
- ¡Has tardado, putón! ¡Ja, ja! ¡Te has hecho de rogar! ¡Ja, ja, ja! ¡De esta no te escapas ni volando! ¡Ja, ja, ja!
- ¡Putos cablones, ahola soy yo quien tiene ganas de bebel!¡Pelo tlagos lalgos de macho!
Y diciendo esto me agaché, los mamé ida, para finalmente beber a grandes sorbos, sus elixires que me resultaron auténticamente revitalizantes, dejándoles casi secos.
Ya más apaciguados volvieron al vinazo, a los restos de zampa y a la charleta, pero sin renunciar a que, entre punto y coma, se las comiera e incluso les lamiera el culo – ¡también encostrados y chorreantes! – mientras nos pajeábamos unos a otros, hasta caer, ahora ya si, * saciados.
- ¡Puta madre, cojonudo! ¡Ha estado genial! ¡Pero ahora, zorrona, ya te puedes marchar! ¡Desaparece, ya, guarra!
- ¡Ah, y gracias por todo! ¡Plas! ¡Cuándo quieras, nos volvemos a ver! – fueron las últimas palabras que secretamente, después del bofetón que me propinó – ¡todavía no se porqué! – ...