1. Carta a María: siempre estarás en mi


    Fecha: 08/12/2018, Categorías: Hetero Autor: TetasCelebres, Fuente: CuentoRelatos

    ... estuvimos, tumbados durante un largo rato. Casi me estaba durmiendo ya, contento porque sabía que algo estaba cambiando en mí, cuando te echaste a un lado y empezaste a jugar con los pelos de mi pecho.
    
    – Has visto Jorge, lo has conseguido.
    
    – Gracias María; nunca creí que lo conseguiría.
    
    – Todo está en la cabeza; si consigues no pensar, entonces todo va bien.
    
    – Quizá sea verdad… no sé qué hacer para agradecértelo.
    
    – Ya lo has hecho tonto.
    
    Y así, abrazados, dormimos el resto de la noche.
    
    El sol me despertó al mediodía. Te busqué pero no estabas a mi lado en la cama. Me levanté desperezándome y me dirigí a la cocina, donde me esperaba un delicioso desayuno y una nota. “Me tuve que ir, lo siento. Pero pronto tendremos la segunda sesión de mi terapia. Besos” No pude por menos que sonreír. Estaba contento además y quería celebrarlo. Ese día no abriría yo el pub. Llamé a una camarera que me ayudaba los fines de semana y me marché a comer con unos amigos. Bebí, reí y disfruté como hacía tiempo. Hasta mis amigos se sorprendieron de mi buen humor.
    
    Y esperé. Quería volver a verte y tú no venías. Al cabo de diez días yo estaba ya desesperado cuando apareciste por la puerta. La sonrisa en tu boca y una mirada maliciosa.
    
    – Hola Jorge, ¿me has echado de menos?
    
    – María… claro, tenía ganas de verte. Pensé que no volverías.
    
    – Cielo, una promesa es una promesa. Pero hay que dar tiempo a las cosas. Puede ser peligroso vernos todos los días. Puede que el sexo se ...
    ... convierta en amor y eso sería fatal…
    
    – Vaya, ya veo que eres de las que no se atan.
    
    – Quizá; eso no está en mi decirlo. El corazón manda y cuando se pone tonto…
    
    – Jajaja, tranquila que de momento podré controlarlo.
    
    Estaba encantado allí hablando contigo. Charlamos de todo y de nada, y la noche voló. Y volvimos a mi casa. Yo sin miedo, pues sabía que nada iba a salir mal. Confiaba en ti, y los recuerdos de la última noche me daban fuerzas. Sin tiempo allegar nos estábamos besando con frenesí. No queríamos aceptarlo, pero algo más que el sexo nos estaba empujando. Apenas nos conocíamos, mas el amor es así; esa batalla está siempre perdida. Al llegar a mi cuarto y sin parar de besarnos, nos despojamos de nuestra ropa, acariciando yo tus pechos, besando tus erizados pezones, saboreando tu cuerpo pensando que quizá sería la última vez. Te eché suavemente en la cama y volví a admirar tu precioso coño… húmedo ya presa de la excitación que empezaba a aflorar en los dos. Besé tus piernas, desde la punta de tus pies, acercándome despacio a las ingles, observándote, sintiendo en mí tus sensaciones. Pasé mi lengua por tu coño, abriéndome el paso hasta el clítoris, el cual mordí suavemente, sintiendo como te retorcías de placer. No estuve mucho rato así, pues tu parecías querer algo más de mí esa noche. Me empujaste y te pusiste a cuatro patas. Yo me puse detrás de ti, y comencé a penetrarte, poco a poco metiéndotela despacio, sintiendo un calor ardiente en mi polla, presa de ...
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