Mi hermana
Fecha: 02/12/2024,
Categorías:
Incesto
Tus Relatos
Autor: Anonimus, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... piel, porque al mismo tiempo, sentí el calor húmedo de su boca envolviendo mi propio centro.
Anita estaba debajo de mí, su lengua moviéndose con una precisión que me dejaba sin aliento. Sus labios recorrían mis pliegues, su lengua exploraba cada rincón de mi vulva como si estuviera leyendo un mapa secreto. El calor de su aliento sobre mi piel hacía que mi espalda se arqueara involuntariamente, mi cuerpo respondiendo a cada caricia como una sinfoní
Sentía cómo cada temblor de sus piernas se transmitía al resto de mi cuerpo, un estremecimiento que recorría nuestras pieles conectadas, intensificando el ardor que nos envolvía. Las suaves contracciones de sus músculos me hacían perder la noción del tiempo, fundiéndome más en el placer compartido. El calor entre nosotras era abrumador, un remolino de gemidos y jadeos, cada uno como un eco en el vacío de placer puro que compartíamos. Su lengua, ágil y exploradora, navegaba entre los pliegues satinados de mi piel, deteniéndose a cada paso para saborear, provocar y reclamar.
“¡Oohhhhhhhhhhhhhhhhhhhh... síííiííí... más!”, gritaba con una voz entrecortada, quebrada por las olas del placer que me recorrían como descargas eléctricas, y sentía cómo mi propio eco resonaba en la habitación, como si cada palabra se impregnara en el aire caliente y húmedo, amplificando la intensidad de cada momento. El sonido de mi voz parecía vibrar contra las paredes, rebotando, devolviéndome mi propio deseo, creando una atmósfera cargada, casi ...
... tangible, donde el placer reverberaba con cada suspiro. Sentía sus labios cerrarse alrededor de mi clítoris, succionando con una devoción que me arrancaba la cordura. Cada movimiento de su lengua era un baile entre la sutileza y el hambre, llevándome al borde y retirándose justo antes de dejarme caer.
Mis muslos temblaban alrededor de su rostro mientras sus jadeos se mezclaban con los míos, formando una melodía única que llenaba la habitación. "¡Oh, Dios, Anita... no pares!", gemí, mi voz ahogándose en el calor de su piel. A medida que su lengua me exploraba más profundamente, mis caderas comenzaron a moverse instintivamente contra su boca, buscando más, rogando por la liberación que sabía que solo ella podía darme.
La sensación era embriagadora, como un ciclo infinito de placer compartido. El movimiento de su lengua contra mi clítoris se sincronizaba con las caricias de mis labios y mi lengua sobre ella. Mis dedos la penetraban rítmicamente mientras ella hacía lo propio conmigo, llevando nuestros cuerpos al límite de lo soportable. El sudor goteaba por mi piel, mezclándose con su esencia y la mía, el aroma de nuestro deseo impregnando el aire.
“¡Sí, ahí, justo ahí!”, exclamó Anita, su voz quebrándose en un grito que resonó en mi mente como un himno al éxtasis. Sentí cómo su cuerpo comenzaba a convulsionar bajo el mío, el temblor de su orgasmo recorriendo nuestras piernas entrelazadas. Y entonces, cuando su placer alcanzó su punto máximo, ella redobló sus esfuerzos en ...