Mi hermana
Fecha: 02/12/2024,
Categorías:
Incesto
Tus Relatos
Autor: Anonimus, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... Uno
Mientras nuestros cuerpos se exploraban, nos encontramos rapidamente, enredadas en la intimidad del 69, una sincronía perfecta que nos hacía perder el aliento. Estaba encima de ella, mi boca encontrando su centro palpitante mientras mis caderas se alineaban sobre su rostro, ofreciéndome a su lengua ansiosa. La posición era un reflejo de nuestro deseo mutuo, una conexión en la que ambas nos dábamos al mismo tiempo que recibíamos.
Sentía sus manos aferrándose a mis caderas, sus dedos clavándose ligeramente en mi piel, como si quisiera fundirse conmigo. Su lengua trazaba círculos lentos y luego intensos sobre mi clítoris, llevándome al borde con una precisión que solo ella podía alcanzar. Mientras tanto, yo bajaba mi rostro hacia ella, mi lengua perdiéndose entre sus pliegues húmedos y sabrosos, provocándola con movimientos amplios y caricias más intensas en el punto exacto que la hacía temblar.
La intensidad creció rápidamente. Mis labios y lengua exploraron cada pliegue de su feminidad, trazando círculos lentos que la hacían arquearse contra mí. Al mismo tiempo, sentí cómo Anita correspondía con igual entrega, su boca dibujando caricias líquidas sobre mi piel mientras sus manos se aferraban a mis caderas, sujetándome como si temiera que pudiera escaparme.
La sinfonía de jadeos y suspiros llenaba el aire. Había algo tan profundamente íntimo en la manera en que estábamos conectadas, cada una dando y recibiendo, cada movimiento sincronizado como si hubiéramos ...
... nacido para este momento. Mis manos acariciaban la parte baja de su vientre, sintiendo los espasmos de su cuerpo mientras ella se abandonaba al placer. Mis propios gemidos se mezclaban con los suyos, mi cuerpo sacudido por las olas de placer que ella provocaba en mí con cada movimiento de su lengua.
En esta posición, el 69, no había arriba ni abajo, no había dominación ni sumisión. Solo existía el equilibrio perfecto, un intercambio puro y visceral donde ambas nos entregábamos por completo. La sensación de tener su calor tan cerca de mi rostro, mientras mi cuerpo temblaba bajo su toque, era casi abrumadora. Cada segundo era un recordatorio de la conexión que compartíamos, de cómo nuestros cuerpos hablaban un idioma que nuestras bocas no podían pronunciar.
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Mis labios se aproximaron a su concha como una peregrina que encuentra su santuario. Sentí el calor de su centro antes de tocarla, ese aroma inconfundible, dulce y almizclado, que me embriagaba más con cada segundo. Mi lengua trazó el primer contacto, lento, probándola como si quisiera memorizar el sabor de su humedad. Era cálida, intensa, un néctar que hacía que mi cuerpo entero se estremeciera con cada movimiento.
Mis labios se cerraron alrededor de su clítoris, su pequeño botón hinchado que palpitaba bajo mi toque. Lo acaricié con la punta de la lengua, primero con suavidad, luego con más firmeza, buscando el ritmo que hacía que sus caderas se movieran contra mi rostro, implorando más. Su gemido resonó sobre mi ...