1. Mi hermana


    Fecha: 02/12/2024, Categorías: Incesto Tus Relatos Autor: Anonimus, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X

    Estás caliente?”, le pregunté a Anita, rompiendo el silencio que se había instalado en la habitación tras los gemidos ahogados que acababa de escuchar. Ella me miró con los ojos entrecerrados, una mezcla de culpa y deseo dibujada en sus pupilas. No dijo nada, pero el leve rubor que ascendía por su cuello hasta sus mejillas la delataba más que cualquier palabra.
    
    Podía ver cómo sus labios se entreabrían, mientras intentaba procesar la pregunta. Sentía la atmósfera cargada de un calor que emanaba de nuestros cuerpos, como si compartiéramos un secreto al que ni siquiera queríamos ponerle nombre.
    
    Me acerqué un poco más, apenas unos centímetros, hasta que mis labios rozaron el borde de su oreja. "Dímelo, Anita... ¿Te calienta esto?", susurré, dejando que mi aliento acariciara su piel. Su respiración se volvió más rápida, casi entrecortada, y sus ojos buscaron los míos, llenos de esa mezcla peligrosa entre la vergüenza y el placer. La tensión entre nosotras crecía, como si estuviéramos a punto de cruzar una línea que nunca podríamos deshacer. Anita tragó saliva, su cuerpo temblaba ligeramente y sus labios finalmente dejaron escapar un susurro apenas audible: "Sí..."
    
    Era como si el peso del mundo hubiera desaparecido en ese instante, y lo único que quedaba era esa conexión cruda, desnuda entre nosotras. Mis dedos acariciaron el contorno de su mandíbula, bajando lentamente por su cuello, sintiendo cómo se erizaba su piel bajo mi tacto. Anita cerró los ojos, dejándose llevar, ...
    ... abandonándose a ese deseo que ya no podía ni quería contener.
    
    Anita tragó saliva de nuevo, como si la verdad que acababa de pronunciar hubiera encendido algo aún más profundo en ella. Sus ojos evitaban los míos, pero sabía que no podía escapar de la conversación, de la realidad que ambas habíamos creado.
    
    "Te calienta ver a papá cogiéndose a la empleada en la cocina, ¿verdad?", insistí, mi voz baja, casi en un susurro cargado de electricidad. Había una parte de mí que quería empujarla a admitirlo todo, a desnudarse por completo, no solo del deseo, sino de la culpa que la estaba consumiendo.
    
    Anita se estremeció, y pude sentir el calor que emanaba de su piel, cómo sus pupilas temblaban mientras sus labios volvían a abrirse, buscando palabras que parecían atrapadas en su garganta. Sus manos se aferraron al borde de la cama, los nudillos blancos por la tensión.
    
    "Sí..." exhaló finalmente, como si esa palabra hubiera estado atrapada en su pecho desde hacía demasiado tiempo. "Sí, me calienta..." Añadió, y una lágrima se deslizó por su mejilla, mezcla de liberación y vergüenza.
    
    Me acerqué aún más, dejando que mis labios rozaran su mejilla mientras limpiaba la lágrima con el pulgar. "No estás sola, Anita... eso también me calienta a mí," confesé, mi voz teñida de la misma sinceridad cruda que ella acababa de regalarme. La intensidad de la confesión quedó suspendida entre nosotras, una verdad compartida, algo prohibido y desgarradoramente real.
    
    "Dime más, Anita. ¿Qué ...
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