Mis dos familias - 04 de 10
Fecha: 28/12/2018,
Categorías:
Confesiones
Autor: Albany, Fuente: CuentoRelatos
Cuando bajé a desayunar estaban en la cocina Amalia y Candela, madre y hermana de Bento, Candela me saludó alborozada y su madre guardo un sospechoso silencio, como si presintiera que algo extraño sucedía en aquella vieja casa. Mientras Candela me servía el desayuno su madre atendía la cocina.
-Don Fernando ha dicho que volverá a la hora de la comida, ha bajado al puerto. -di la callada por respuesta y me centré en lo que Candela me contaba.
Durante la mañana estudié los apuntes que había traído y tenía pendientes de mirar, hasta que escuché el ruido del motor del coche y me asomé a la ventana. Salió Don y miró hacia arriba viéndome como lo observaba, me saludo como si no pasara nada, el mundo no paraba y seguía, como un tren al que hay que coger en marcha.
-¿Te ha dado tiempo a terminar con lo que traías? -me miraba con ese dulzura extraña, este no era el hombre con la razón perdida de la noche anterior. Otra vez su puesto y labor de padre se imponía.
-Sabes que no necesito mucho tiempo para hacer mis deberes, otra de las muchas cosas que te debo. Tampoco se necesita tener el genio de Álex para ser autosuficiente. -lo nombre sin querer, sin darme cuenta que de una forma sibilina estaba entrando en mi cabeza por culpa de Carla y de él.
-Después de comer nos vamos si te parece bien.
-Como tu digas Don, a mi no me espera nadie. -sabía que mamá volvía a la tarde y Don querría estar para recibirla.
Me alargó las llaves del coche cuando metimos las bolsas y ...
... nos despedimos de Amalia y Candela, Bento no había aparecido y seguramente estaría durmiendo, recuperando las energías que había gastado en mi.
-Llévalo tú, estoy un poco dormido. -me miró alucinando, era una de las cosas que más me gustaba hacer, conducir, y aprovechaba cualquier ocasión para practicarlo, pero no dijo ni una palabra y emprendimos el camino.
De vez en cuando le observaba sin que él se diera cuenta, sus fuertes manos sujetando el volante, el cuello grueso y los labios rojos y jugosos, y esos ojos que ahora no veía y me habían enamorado.
Me preguntaba los motivos, el por qué de que esto me sucediera a mi, ¿cuantos chicos se enamoraban de sus padres?, y Don lo había sido, vaya que si, mejor que mi propio progenitor si tenía que compararlos.
Sí, se lo debía aunque sangrara en mi lucha, no permitiría que siguiera sufriendo por mis caprichos, y comenzaba a pensar que eso eran como a veces él decía. “Cosas de adolescentes y jóvenes”.
-Don, ¿podemos hablar o estas molesto? -le miraba con carita de niño bueno.
-Podemos hablar si es lo que quieres, y sí, estoy molesto pero es conmigo mismo, por no conseguir controlarme y dominar mis impulsos. Logras que me vuelva vulnerable, y débil, y miserable. -sabía que después de estar conmigo y follarme se sentía fatal, tratando de alejarse sin conseguirlo, volviendo a sucumbir a mis maniobras por su inmenso cariño.
-No quiero que te sientas mal, se que es mi culpa por provocarte y lo siento, voy a controlarme ...