El cumpleaños 30 de mi amiga
Fecha: 24/07/2025,
Categorías:
Confesiones
Tus Relatos
Autor: Karen Hernández, Fuente: Relatos-Eroticos-Club-X
... quien las admire… y las consienta. Con regalos. Con palabras. Con silencios que hablen.
Yo sentí un escalofrío suave, lento, recorriéndome el cuello.
Tu amiga se acercó a mí y dijo en voz baja:
—Creo que hoy… nos estamos regalando algo entre los tres.
Y la noche seguía, embriagada de vino, deseo contenido… y esa deliciosa sensación de que lo que no se dice, también se puede sentir.
La noche ya estaba bien entrada, y el ambiente tenía ese aire íntimo, como si el mundo se hubiera hecho más pequeño, solo para nosotros tres. Él, con su porte pausado y esa mirada que parecía guardar mil recuerdos; ella, encantada con la atención… y yo, flotando entre la curiosidad y el juego.
Estábamos los tres aún en ese rincón del jardín, cuando él, con una sonrisa ligera, se inclinó hacia mí y dijo:
—¿Sabes? Una vez llegué a la emisora por error, un día que pensaba que no estaría. Iba a dejarle unos documentos… y ella estaba justo saliendo del estudio. Llevaba un pantalón de cuero negro y una blusa sin mangas que dejaba los hombros al aire.
—Ay no… —ella dijo cubriéndose un poco la cara entre risas—. ¿De verdad te acuerdas de eso?
—¿Cómo no? —dijo él, con una expresión de total serenidad—. Caminabas por el pasillo como si la estación entera te perteneciera. Esa seguridad… eso es lo que más me gusta de ti. No es la ropa, es cómo te la crees.
Ella solo negó con la cabeza, divertida.
—Y yo que pensaba que nadie me miraba en la oficina…
—Te miran —intervine, ...
... sonriendo—. Solo que no todos se atreven a decirlo como él.
Ella me lanzó una mirada cómplice, de esas que no necesitan palabras para entenderse. Luego, él se levantó con elegancia.
—Voy a buscar esa botella que prometí, ¿sí? No se vayan a escapar.
Cuando se alejó, con pasos seguros entre los faroles, me giré de inmediato hacia ella con una sonrisa traviesa.
—Oye… ¿y tu esposo sabe que su suegro te regala ropa así?
Ella se rió al instante, echando la cabeza hacia atrás.
—¡Ay, por favor! —dijo entre carcajadas—. Si supiera, probablemente pensaría que es alguna de mis amigas la que me las da. O que yo misma las compré con alguna excusa de “es para el programa”.
—¿Nunca sospecha?
—Mmm… No lo sé. Pero la verdad es que tampoco pregunto mucho. Si no me dice nada, mejor. Y mientras tanto, yo feliz con mis regalitos.
Me acerqué un poco más, bajando el tono de voz.
—¿Y nunca te has sentido rara por eso?
Ella me miró con una ceja levantada, juguetona.
—¿Rara? Para nada. Me siento… especial. Como cuando alguien te mira con tanta atención que sabe exactamente qué prenda te quedaría bien, o qué tela te haría sentir irresistible. ¿Eso es raro? A mí me parece un arte.
—Tienes razón —asentí—. A mí también me han regalado cosas así. Prendas que… bueno, no usas con cualquiera ni en cualquier momento. Pero que cuando te las pones, sientes que eres otra. Más libre, más segura.
—¿Y quién te las ha regalado? —me preguntó, mirándome de reojo con una sonrisa ...