Hija de poli
Fecha: 05/01/2019,
Categorías:
Dominación / BDSM
Autor: XAVIA, Fuente: CuentoRelatos
Estoy excitada. Muy excitada. Llevo horas así, desde que Darío me ha convocado, pero es ahora en su habitación, cuando cada poro de mi piel supura. Mi garganta está seca pero mis labios están húmedos. Mis pechos están duros como piedras mientras mis pezones se me clavan como alfileres. Mi sexo emana flujos incesantemente, incandescentes, que noto resbalar sin control por mis ingles hasta mis nalgas.
He llegado como siempre exactamente a la hora que me ha ordenado. He cruzado su apartamento hasta la habitación del delito. Como cada vez, él se ha sentado en la butaca, en su trono, mientras yo me desvestía tratando de aparentar una calma que no sentía. Me he quitado el uniforme, blusa, pantalón, botines y cartuchera de la que se mecía el arma reglamentaria. Lo he colocado pulcramente en la percha que él me asignó hace tres meses. Pantalón doblado en el travesaño inferior, blusa sobre la zona trapezoidal perfectamente abotonada con mi número de placa bien visible. He colgado la percha en el pomo del armario, al lado de la cama para que el pequeño traficante pueda ver a quién se está follando. Los botines con los calcetines en su interior han quedado dispuestos marcialmente alineados al perchero, en el suelo.
Le he mirado, erguida aún con la ropa interior puesta esperando órdenes. Quítatela. Lo he hecho. Primero el sujetador, que he doblado sobre la mesita, a continuación el tanga a juego que he tenido que entregarle. Me he sentado en la cama, con las esposas ...
... reglamentarias que el Cuerpo Nacional de Policía me entregó hace seis años en la mano, con las que he detenido a decenas de delincuentes. Las he cerrado sobre la muñeca derecha. He levantado los brazos juntos buscando los barrotes posteriores del cabezal del catre. He pasado la cadena por detrás de uno de ellos, he rodeado la muñeca derecha con la segunda anilla, la he abrochado con cierta dificultad y le he mirado. A su merced. Entregada. Ardiente.
Como siempre, Darío se ha tomado su tiempo. Me ha mirado. Sus ojos han recorrido mi cuerpo, derritiéndome. Mi respiración se aceleraba a cada segundo que tardaba en levantarse. El insoportable hormigueo en mi vagina ha provocado que cerrara las piernas buscando acariciarme, pero sólo he logrado friccionar mis muslos entre sí, además de una reprimenda. Abre las piernas. Lo he hecho. Más abiertas. Las he abierto tanto como mi flexibilidad permitía, notando como el aire frío entraba en mis entrañas. Pero no me ha refrescado. Al contrario. Una orden de Darío tiene en mi sexo mayor incidencia que la penetración de una polla cualquiera.
Han sido pocos minutos pero se me ha hecho eterno. Cuando se ha levantado, los labios de mi vulva han aplaudido. Os juro que lo he sentido. Se me ha acercado, pero aún no me ha tocado. Ni siquiera ha rozado mis piernas con la yema de los dedos como ha hecho otras veces. He suspirado ligeramente, protestando por su falta de atención. Pero él no me ha hecho caso. Se ha parado a mi lado, delante de la mesita de ...