1. La madura me la pone dura


    Fecha: 08/01/2019, Categorías: Confesiones Autor: pedrocascabel, Fuente: RelatosEróticos

    La madura me la pone dura
    
    Dice Marta, mi hermana mayor, que me estoy convirtiendo en un puto, en un prostituto que acepta dinero por follar con mujeres maduras, que entiende que las atraiga porque físicamente soy resultón —sin falsa modestia por mi parte, mido un metro ochenta y cinco, setenta y ocho quilos sin gota de grasa, morenazo, aficionado al gimnasio— pero no le gusta nada de nada, según ella ya voy teniendo edad para esposa e hijos.
    
    No sé, no lo veo yo así, me acuesto con algunas amigas —casi todas maduras casadas— que cuando salimos me suelen invitar a unas copas, a cenar, pagan la habitación del hotel si procede o me llevan algún fin de semana por ahí con los gastos pagados. Yo nada les pido ni lo he hecho nunca, todas tienen una buena situación económica, bastante mejor que la mía, lo que hacen es porque ellas quieren e intento no ser tonto, joder, si me apetece follármelas no digo no. Que alguna me da dinero para mis gastos… no les voy a hacer el feo de rechazarlo, es una cuestión de amistad, de cariño, de aprecio, de mutua confianza y a mí me viene muy bien, no voy a mentir.
    
    Me llamo Santiago —Santi o Yago para familiares, amigos y conocidos— tengo treinta y dos años, soltero, funcionario, trabajo en la oficina de turismo de la ciudad en la que vivo y, es cierto, las mujeres maduritas me gustan, me excita mucho follar con ellas. Si tengo que elegir entre una joven de menos de treinta años —salvo que sea unpibón despampanante— y otra de alrededor de ...
    ... cincuenta o más —a no ser que entre dentro de la categoría dematerial de derribo— normalmente elegiré a la segunda. Como decía aquella película porno de hace años que tanto éxito tuvo en los videoclubs,la madura me la pone dura, y con ellas gozo de manera increíble, creo que no sólo físicamente, sino psicológicamente, no sé la razón, quizás sea complejo de Edipo o que de bebé me criaron conPelargón, igual me da, y si tiene las tetas grandes, mejor todavía.
    
    Por empezar a contarlo de alguna manera, la primera fue Montse, una compañera de trabajo de cuarenta y ocho años, casada con el dueño de la más afamada farmacia de la ciudad. Es simpática, amable, congeniamos, por lo que es habitual que desayunemos juntos, tomemos el aperitivo con otras personas con las que trabajamos, salgamos por ahí algún fin de semana, al cine, a cenar, bueno, lo normal entre amigos y compañeros de trabajo que se llevan bien e intentan combatir el tedio y el aburrimiento de una ciudad pequeña en exceso conservadora y rutinaria.
    
    Montse no es que sea una belleza, pero tiene un rostro atractivo, con grandes ojos marrones muy oscuros y boca recta de labios anchos. Es elegante en sus gestos y en su manera de vestir —es bastante alta y delgada, se cuida mucho— cambia de vez en cuando de peinado, aunque la mayoría del tiempo lleva el cabello corto, con flequillo y raya corta a un lado, de color castaño o teñido en una gama de distintos tonos desde el rubio oscuro al rojo apagado. Me gusta, tenemos bastante ...
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