1. Dos policías venezola


    Fecha: 12/01/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos

    ... de los demás policías, situados a escasa distancia..
    
    En vez del gesto adusto que esperaba, se encontró con una sonrisa luminosa, espléndida, con una dentadura aceptable. Antes de hablarle, el joven uniformado se ajustó, despacio, los genitales en el pantalón, parecía que recreándose. El español no hallaba lógico que se marcara tan voluminosamente el bulto en el pantalón de lo que debería ser un anodino uniforme, pero lo que sobaba con descaro el joven era muy marcado, con precisión propia de la desnudez. Desvió la mirada para evitar que se notara su interés, pero descubrió que los demás policías presentes, de diferentes edades, estaban sobándose la entrepierna con sonrisas muy libidinosas y los ojos fijos en él. Todos exhibían orgullosamente lo que a Leo le pareció erecciones, y se restregaban con insistencia, con lo que le pareció expresiones incitadoras y algunos lametones en los labios. Leo evocó una película fetichista pornogay vista en Nueva York. ¿Sería cierto que esos policías estuvieran sugiriéndose, como parecía?
    
    El que lo había detenido, encendiendo aún más su sonrisa, le preguntó.
    
    -¿A dónde se dirige?
    
    -A Puerto La Cruz.
    
    -¿Sí? ¡Ojalá pudiera yo acompañarle, para nadar por Playa Colorada o por ahí! Le prometo que usted iba a pasárselo de maravilla –mientras hablaba, volvió a sobarse el pene, estirándolo hacia abajo-.Tenga usted cuidado con las picudas, y conduzca con cuidado. Que se lo pase usted muy bien.
    
    Nada más. Leo se sintió anonadado; su ...
    ... alerta había dado paso al agradecimiento por la simpatía del joven, adobado todo con la sorprendente exhibición fálica. Decidió tratar de comprender el porqué de la amabilidad del joven, tan poco frecuente.
    
    -¿Es de por aquí, agente?
    
    -¿Yo? No, soy de Barquisimeto. Estoy destinado aquí provisionalmente pero he solicitado que me manden a Caracas, porque mi esposa vive en La Guaira.
    
    Agradado por el trato, Leo tuvo la ocurrencia de decir:
    
    -Aquí tiene mi tarjeta. Si le destinan a Caracas antes de ocho meses, que es el tiempo que me queda de estar en Venezuela, llámeme para invitarle a comer… o algo.
    
    Notó que el policía sonreía con satisfacción mientras se guardaba la tarjeta muy cuidadosamente en la cartera.
    
    Pasados cinco meses desde el viaje a Puerto La Cruz, le llamó uno diciendo que era Mario. No tenía ni idea de quién se trataba.
    
    -Soy el policía de aquella alcabala, ¿se acuerda?
    
    Recordó en seguida.
    
    -¿Quiere usted que lo invite…?
    
    -La pinga, pana. No me hables de usted. Tenemos casi la misma edad, ¿no?
    
    Leo apretó los labios. No le gustaba que se tomaran tales licencias sin él autorizarlas previamente. Decidió ignorar el tuteo:
    
    -¿Necesita mi ayuda para algo?
    
    -Pues sí. Verás… hoy tengo guardia hasta medianoche, y ya no conseguiré transporte para La Guaira... ¿No podría dormir en tu casa?
    
    El piso que la empresa le había proporcionado era grande, pero la mayor parte estaba dedicada a un amplio salón, a fin de que pudiera celebrar cócteles para los ...
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