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Dos policías venezola
Fecha: 12/01/2019, Categorías: Gays Autor: Anónimo, Fuente: RelatosEróticos
... clientes que gestionaba. Había varios sofás muy amplios, pero se traba de un dúplex. Aunque el policía se hubiera comportado tan amigablemente, no podía fiarse de su honradez dejándolo solo abajo. En el piso superior, sólo un despacho y su cuarto suite. Aunque se tratara de una cama anchísima, sólo tenía una. -Temo… -Leo dudó-, que sólo hay una cama en mi casa. No sé... -Bueno, si a ti no te importa, yo puedo dormir en tu cama también; imagina, soy policía acostumbrado a cuarteles increíbles, nada me estorba. Leo no supo qué responder. Recordó el volumen sobresaliente de los genitales de ese joven policía. Su mente se llenó de sombras y luces, esperanzas y decepciones. Vivía en un incómodo armario; la incultura bruta de su padre y la mojigata estupidez de su madre lo habían condicionado desde la niñez a tales extremos, que a sus treinta y dos años podía considerarse virgen. No estaba cómodo en el armario, sentía angustia de modo permanente, el miedo era una constante en su vida, la tortura infantil lo había incapacitado para el placer y estaba obligado a tratar de resolverlo antes de que se le “pasara el arroz”, pero creía que el éxito profesional que disfrutaba lo perdería si alguien en la empresa descubría su tendencia sexual. Recibir en su cama a un huésped en calzoncillo, con aquella “posesión” casi descubierta, le producía angustia. ¿No podrían delatarle las miradas que se le escaparan? Decidió dejar las cosas ocurrir. Le dijo a Mario que esperaría a que ...
... llegase, sin más que interesarse por si debía prever comida. -No te preocupes. Habré cenado de sobra en el retén. A la medianoche, se dio cuenta de que estaba muy cansado por haber tenido un día agitado, pero Mario tardaría todavía en llegar. A la una de la mañana, aún esperaba, ya a punto de caer dormido en el sofá. El timbre sonó a la una cuarenta y cinco. Dio un salto, porque estaba dando una cabezada. Al abrir la puerta, se encontró con que Mario no llegaba solo. Eran dos los policías, de rostros extrañamente semejantes. Adiós a sus sueños, que ni siquiera se había atrevido a definírselos mentalmente. No le asombró el parecido, pues siendo como eran los venezolanos mayoritariamente mestizos, solía tener dificultades para diferenciar las caras. A lo mejor esos dos no eran tan parecidos. -Perdona Leo. He tenido que traer a mi hermano, que tiene el mismo problema, porque también vive en La Guaira... Si había decidido no ceder toda la planta inferior a uno solo, menos se la iba a ceder a los dos. Estaba a punto de enojarse, lo que tal vez fue evitado por el cansancio que sentía. -No te hagas problemas por nosotros –prosiguió Mario-. Somos gemelos y estamos acostumbrados a dormir casi uno encima del otro desde niños. Podemos acomodarnos los dos en el espacio que hayas previsto cederme en tu cama. Los precedió hasta arriba. Al entrar en el cuarto, Mario silbó. -¡La pinga! Esto no es una cama… es un piscina. Leo sonrió sin mucho entusiasmo. -¿Podemos ...