1. Memorias de un solterón (2)


    Fecha: 12/08/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... presente…
    
    Ella me miró con mucha, pero que mucha intensidad, envolviéndome en la inmensa negrura de sus bellísimos ojos, una sima oscura como la noche, cual ala de cuervo, en la que me sumí a tumba abierta. Al fin, de nuevo habló
    
    – Claro que me doy cuenta de que hablaba, hablo, en pasado…
    
    Y, sin más, se levantó, poniéndose en pie casi que de un salto. Y entonces, ya de pie sobre el suelo, me dijo
    
    – Pero, pensándolo mejor, creo que me gustará ir a ese bar…Que ya es hora de que empiece a vivir… Y, ¿sabes?... Me tomaré una cerveza, nada de café, refresco y tal… Incluso, si prefieres tomarte un vino, te acompañaré…
    
    Yo, tomado de sorpresa, me quedé aún sentado, con lo que ella, alargándome la mano, me dijo
    
    – ¿Vamos, Antonio?...
    
    Y yo qué iba a hacer sino levantarme al instante, tomando su mano con la mía. Y así, cogidos de la mano los dos, nos dirigimos al mesón “Extremadura”, el bar de Alfredo, un vecino de nuestra plaza, pues si nosotros vivíamos en el número seis, él lo hacía en el uno, en cuyos bajos se asentaba su “mesón”, un sencillo bar, casi una más que sencilla taberna o tasca, bastante cutre, además.
    
    Desde entonces, eso pasó a ser la cotidianeidad de cada día; yo llegaba lo antes que podía, entre las cuatro y media y las cinco de la tarde, tras sacrificar, no solo la diaria tertulia con los compañeros, sino hasta mis inveterados café y copa, deseando encontrarme con ella, “mi Carmela”, como en mi mente, que no oralmente, la llamaba, encontrándola ...
    ... siempre en el mismo banco, esperándome fielmente día tras día, para acabar nuestras tardes en el “mesón” de Alfredo. Esto se mantuvo así, pues no sé, cinco, seis, puede que hasta siete semanas, hasta que una tarde, estando ya en el famoso “mesón”, casi cuando ya nos iríamos de vuelta a casa, me atreví a proponerle salir juntos alguna tarde, aprovechando los días que yo libraba. La propuse, en principio, ir al cine, a merendar en una buena cafetería; o pasear en barca, en el estanque del Retiro o en el lago de la Casa de Campo… Hasta a pasar la tarde en el Parque de Atracciones, o el Zoo, de la Casa de Campo… Y, la última sugerencia, aunque ésta se la hice con verdadero miedo, por la “acogida” que pudiera tener, pues era, a mi juicio, muy atrevida, aunque lampaba(1) por ello: Cenar y bailar alguna que otra noche.
    
    Ella, de momento, cuando me oyó, se quedó como en suspenso; no seria, ni mucho menos, sino como embobada, alelada… Y, al fin, salió de esa especie de marasmo, diciendo
    
    – ¡Dios mío, y cuánto tiempo desde que no hago nada de eso!... Bueno, lo de montarme en una barca, la verdad es que nunca lo he hecho; tampoco sentarme en una buena cafetería… Y lo que dices de ir a la Casa de Campo, a esos sitios, el Parque de Atracciones, el Zoo, menos aún… Y de bailar… Bueno, creo que ya ni me acuerdo; que ni sé ya bailar… Bueno, que tampoco fue tanto lo que bailé, más que de joven, de niña, pues ya sabes, a mis catorce años me hice novia de mi pobre Antonio, y enseguida nos ...
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