1. Memorias de un solterón (2)


    Fecha: 12/08/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... insensiblemente, casi sin notarse, exhala a su alrededor, junto con el aroma del perfume con que se adornó, se perfumó esas noche; olores, aromas, que me embriagaban, que se me metían dentro, muy, muy dentro, embrujándome… Y comencé a perder la cabeza
    
    Esa manita que, de primeras, posara en su espalda, poquito a poco fue bajando y bajando por su columna vertebral hasta alcanzar ese punto en que, decimos, que la espalda comienza a perder tan digno nombre, apalancándomela, entonces, como naufrago a tabla de salvación, buscando unir, bien unidito, mi pubis, y lo que, precisamente, no era mi pubis, con el de ella; mis más nobles “bajuras”, con lo más femenino de su ser de mujer… Y, ¡milagro de milagros!, tampoco ahora ella se echó atrás, sino que, antes bien, colaboró en mis afanes a todo colaborar… Para empezar, retiró su mano de mi hombro, para llevarla a mi nuca, acariciándola suavemente, tiernamente, hasta pasándome, con toda la dulzura, toda la ternura del mundo, sus uñas, no tan largas, de todas formas, sino más bien normalitas, por esos pelillos que se me erizaban de inmenso gusto, inenarrable placer a tales estímulos, elevándose, al propio tiempo, sobre las puntas de sus pies, para facilitar que lo más masculino de mí, total, absolutamente enervado, en toda su gloriosa grandeza, pudiera encajársele entre sus divinas piernas, sus maravillosos muslitos, más bien, a través incluso de la tela de su falda, de mis pantalones, al tiempo que se abría de piernas todo lo que ...
    ... éstas podían dar de sí...
    
    Sí; “mi” Carmelilla, “mi” Carmen, con sus ojitos cerrados, ronroneaba como una gatita en celo, jadeando a todo jadear, sintiéndose ella misma, como yo, en el séptimo cielo de los más excelsos placeres… Hasta que tal hecho, de ponto, se rompió, al percatarse ella, plenamente, de lo que estaba pasando…de lo que estábamos haciendo. Al punto se retiró de mí, casi horrorizada, gimoteando un tanto, incluso
    
    – ¡Dios mío, Dios mío!... Pero…pero… ¿Qué estamos haciendo, Señor?... ¡Esto es una locura, una locura, sí, que nunca, nunca, debió pasar!...
    
    Y hundió su ostro entre sus manos, llorando ya casi a moco tendido. Yo sentí, en tal momento, que el Universo entero se me derrumbaba encima, anonadándome, destrozándome… Había tocado el mismísimo Paraíso con mis manos, con mis dedos, y en un segundo todo eso, esa dicha inmensa, se me escapaba, se me diluía entre las manos, entre los dedos… Y me negué, me negué en rotundo a perderlo todo… A que todo lo que segundos antes vislumbrara como divina realidad se me esfumara, se convirtiera en humo sin yo hacer nada por evitarlo, con lo que me lancé, a tumba abierta ya, a retenerlo, a conservarlo, a hacerlo la dulce, dulcísima realidad que segundos antes fuera, jugándome, así, el todo por el todo
    
    Así que, adelantándome hasta ella, la tomé entre mis brazos y la abracé; la abracé, ya, sin ambages, con todas sus consecuencias; ella intentó zafarse, librarse de mí, pero yo la retuve, la forcé a permanecer así, abrazada ...
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