1. Memorias de un solterón (2)


    Fecha: 12/08/2017, Categorías: Erotismo y Amor Autor: Barquidas, Fuente: CuentoRelatos

    ... que gastábamos demasiado; bueno, que, en esas salidas, yo me gastaba demasiado, que también podíamos hacer lo mismo, pero sin gastar tanto… Pero, lo cierto, era que se lo pasaba “pipa”, y a yo estaba en el cielo, con sólo verla a ella así, feliz y contenta. Acabamos de cenar y la invité a bailar; ella, al momento, se levantó decidida, tomando mi mano extendida a ella, pero diciéndome
    
    – Que coste, que bajo tu responsabilidad vamos a bailar, que ya te lo advertí, y quien avisa no es traidor; si sales con los pies molidos a pisotones, a mí no me digas nada, que tú lo has querido así
    
    Y, lanzando al aire el cascabel de su risa, alcanzamos la pista de baile y la enlacé, más que prieta, prietísima, pero que ella se acomodó a mi forma de más abrazarla que otra cosa, sin un remilgo, sin un extraño. Es más, sin pizca de vergüenza, de pudor, innecesarios, se me pegó cual lapa a roca, estrellando sus senos contra mi pecho. Realmente, apenas si la sentía, pues a la tela de su vestido y mi camisa, se añadía su sujetador más bien antiguo, de “señora decente”, con mucha, mucha tela, en algodón toda, y algo de relleno en foam, pero aún sí, una especie de hormigueo, la mar de agradable, se me paseaba por todo el cuerpo, como ”Perico por su casa”. De momento, al enlazarla, mientras mi mano diestra tomaba la izquierda suya, mi izquierda la plantaba en medio de su espalda, presionando bien, a fondo, hacia mí, “apalancándomela” bien apalancada, a lo que, como ya dijera, ella se plegó ...
    ... como dócil corderita. Ella, a su vez, en ese principio, apoyó su mano derecha en mi hombro izquierdo.
    
    Así anduvimos unos minutos, evolucionando, danzando, por la pista. Ciertamente, que ella, de bailar, vamos, que ni idea; pero dábase la casualidad que “mi” Carmela tenía buen oído musical, y una especie de don natural para sentir, vivir, en todo su cuerpo, el ritmo de la música. Yo no es que fuera, sea, un consumado bailarín, que en absoluto lo soy, pero no se me da mal; nunca se me ha dado mal; claro, que con el tiempo, el paso de los años, he pedido mucho, muchísimo, más bien, pero todavía se me van, solos, los pies al ritmo de la música, en especial los sones caribeños, que de siempre me gustaron mucho. Pues bien, cuando salimos, por fin, a la pista, yo la dije que, simplemente, tratara de seguir el compás y se adaptara lo más posible a mí, a mi paso, a mi ritmo. Y, puede decirse, que desde el primer momento le salió bordado; como si lo hubiera estado haciendo toda la vida.
    
    Carmen, “mi” Carmela, enseguida quedó toda ella arrebolada, por la emoción del baile; la verdad, es que le gustaba, disfrutaba bailando como cría con zapatos nuevos, con juguetes nuevos… Y algo muy importante en esa forma de adaptarse a mí, de dejarse llevar por mí, fue, precisamente, que la llevara tan prieta, tan apretada a mí… Y claro, de apretarse, ella misma, contra mí… Así, poco a poco fui encendiéndome más y más; era el aroma de su pelo, de su cuerpo de mujer, ese olor que tod mujer, casi ...
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