1. Lola y el becario


    Fecha: 24/01/2019, Categorías: Sexo con Maduras Autor: karlz, Fuente: RelatosEróticos

    ... acabe con tu sufrimiento? - siguió susurrándome ella.
    
    - ¿Cómo? - contesté yo.
    
    - ¿Quieres follarme, Carlos?
    
    - Lo estoy deseando, Lola - le dije mientras seguíamos bailando en medio de la pista de baile.
    
    - Pues ve para el ascensor y espérame en la puerta, que ahora voy yo...
    
    Me separé, la miré, sonrió y obedecí...
    
    No os voy a mentir, estaba excitado, nervioso, ansioso... Aún no podía creerme que estuviera a punto de follar con aquella diosa. Apoyado en la pared de al lado del ascensor no paraba de imaginarla desnuda, gritando, botando, a cuatro patas... Quería hacerlo todo con ella, quería hacerle de todo. En mitad de estas ensoñaciones, apareció ella, sonriendo y andando lentamente hacia mí. No me dijo nada, ni yo a ella, simplemente se acercó, pulsó el botón del ascensor, se volvió hacia dónde yo estaba, metió la mano en su bolso y sacó las llaves de una habitación, la 305. Al verla, nos sonreímos mutuamente y sonó el clin del ascensor, entró ella y con el dedo me hizo el gesto de que la acompañara. Yo era su perrito faldero, me tenía totalmente dominado, pues estaba rebosando morbo y sensualidad por cada poro... En pulsó el piso 3 y la puerta del ascensor se cerró, se abalanzó sobre mí, empujándome contra la pared, y besándome con una pasión totalmente descontrolada. Su mano rodeó mi cuello hasta agarrar mi nuca, su boca jugueteaba con la mía, su otra mano me pellizcaba el culo, y mis dos manos agarraron por fin sus firme glúteos sobre la corta falda ...
    ... negra de aquel increíble vestido. Volvió a sonar el plin, volvió a abrirse la puerta, y ella se separó lentamente de mi, me tomó por la mano y me guió hasta dentro de la habitación.
    
    - Espero que no te esté esperando nadie esta noche, porque... - me dijo coquetamente, dejando esa última palabra en el aire y agarrándome con fuerza para tirarme sobre la cama.
    
    Ella se tumbó sobre mi y continuamos con aquella guerra labial que había comenzado en el ascensor. Empezó a mover la cintura, rozando su sexo con mi pene a través de la fina tela del pantalón de pinzas, comprobando la dureza de éste y mi nivel de excitación.
    
    - Me muero por verte la polla, Carlitos - me dijo mientras su boca bajaba despacio por mi cuello, mordiéndolo y lamiéndolo.
    
    Sus dedos empezaron a desabrocharme la camisa y, por cada botón que iba quitando, un beso en el cuerpo me iba dando. Eran besos húmedos, lentos, casi mordiscos sin dientes. Y así fue bajando y bajando hasta que, con habilidad, se deshizo de mi cinturón, me abrió los pantalones y empezó a juguetear con su boca sobre los calzoncillos cuyas costuras resistían la tremenda erección que escondían. Miró hacia arriba, buscando mis ojos, como pidiendo permiso para lo que iba a hacer, permiso que le concedí con el gesto de morderme los labios. Me arrancó los pantalones, me bajó los calzoncillos y dejó a mi pene erecto libre, apuntando hacia el techo de la habitación.
    
    - ¡Madre mía! - me dijo mordiéndose el labio - la pollita que me voy a comer yo ...
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