1. Una bolivianita en casa


    Fecha: 13/08/2017, Categorías: Hetero Autor: ámbar coneja, Fuente: CuentoRelatos

    ... creyó.
    
    ¡Usted será así patroncito, pero lo que son los hombres que conocí, todos quieren meterla y sacarla adentro de una, y una vez que eyaculan se desentienden de todo!
    
    Sus palabras turbaban mi estable armonía, y entonces preferí levantarme con la excusa de enviar un sms laboral. Pero lo cierto es que tenía la verga tan dura y parada que hasta me dolía el tronco. Además la calcita que tenía, y más al permanecer tumbada en la sillita, dibujaba con fiel realismo los contornos de su vagina, y eso era leña para mi incendio carnal. Encima con Nancy no teníamos relaciones hacía más de un mes.
    
    Me encerré en el baño para pajearme frenético y veloz para disimular y entonces volver al jardín. La pija no se me deshinchaba, y menos con el ir y venir de Carina al colgar ropa, regar plantas y ordenar la parrilla. Yo fumaba para calmarme, pero cuando le ofrecí un mate y me lo rechazó sentí que era hora de actuar.
    
    La calcita le partía el culo y se ajustaba a su figura inquieta, hasta que sin saber qué hacer saqué mi pija afuera del pantalón para zarandearla un poco mientras ella juntaba una parva de broches que se le habían caído al pastito. Entonces me le acerqué tan feroz como caballero y me atreví a sobarle el culo con las manos, y luego a frotarle la pija en la zanjita de esas tersas nalgas. Ella ni se inmutó. Pero en cuanto me despegué, justo cuando ella se ponía de pie dijo:
    
    ¡¿Anda medio calentito el jefecito, medio alzadito?, imagino que no quiere que su Nancy sepa ...
    ... lo que me hace, no?
    
    Me vi obligado a tomarla de la nuca y a besarla en la boca con la sensación de que se me venía flor de correctivo. Sentí su lengua en la mía, su aliento dulce en mi interior, y hasta los latidos de sus venas en mis dedos que no se apartaban de su cuello.
    
    ¡Seguro ahora me va a pedir que se la chupe!, dijo con resignación aunque con los ojitos brillosos.
    
    Me separé de ella y le tomé la mano para dejarla sobre mi verga desnuda. Ella me la apretó, acarició mis huevos, subió y bajó por la extensión de mi tronco con su palma mojada por la ropa que tendía, la sacudió varias veces haciendo salpicar mi presemen por el aire, y justo cuando un escalofrío recorrió mi columna vertebral al verla agacharse dispuesta a devorarme la pija sonó el timbre. Nancy había sufrido un golpe de calor y salió antes del colegio para recuperarse un poco en casa.
    
    Corrí a abrirle mientras los huevos y la culpa me punzaban como flechas de fuego en la garganta, y Carina para colmo, cada vez que nos cruzábamos en el living o en la cocina se me reía con gestos de inocente burla.
    
    Pero al viernes siguiente no hubo nada que pudiera detenerme. Aquella mañana, luego de mi café en el escritorio hice un par de llamadas, tipié algunos prácticos y revisé el correo. Luego fui a la cocina a prepararme un jugo, y antes de llegar la vi fregándose la fresa por arriba de su short, con la mirada extraviada y un montoncito de ropa interior lista para lavar en el brazo izquierdo. Esperé a que me ...