Mi sobrino me manosea mientras mi novio duerme
Fecha: 08/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... tiempo.
—Debería alcanzarte —le dije, intentando sonar tajante—. Ser insaciable es un problema.
—¿Ah, sí? Se ve que vos entendés del tema, eh… —me dijo, con una media sonrisa.
—Sí, conozco del tema —respondí—. Y no deberías mirarme así.
—¿Así cómo? —me preguntó.
—Como si me quisieras coger —le dije, directa.
Se rio, pero no apartó la vista. De hecho, me miró con más intensidad, alternando entre las tetas que estaban ajustadas por el camisón y mi boca, como si se muriera de ganas de besarme.
—¿Y si fuera así?
—Es una falta de respeto hacia Fabricio.
—¿Ah, sí? —dijo, como si le divirtiera.
—Sí. Además, sos muy obvio cuando me mirás el culo. De hecho, le pedí a Fabricio que hablara con vos. ¿No te lo dijo?
Eso era cierto. El pendejo me miraba el orto de manera tan descarada, que tuve que decirle a mi novio que hablara con él. Aunque, en realidad, fue más bien para que Fabri se diera cuenta de que tenía bajo su techo a una víbora que no dudaría en picarlo cuando tuviera oportunidad.
Enzo soltó una carcajada.
—Sí, vino y me tiró un par de indirectas. Me preguntó si me gustaban las minas y me dijo así, medio careta, que hay que disimular cuando mirás a una mujer, bla bla… —se encogió de hombros—. Alto embole.
Me imaginé a Fabricio diciéndoselo con esa torpeza suya y me irrité. No podía culparlo, pero era tan evidente que Enzo se le reía en la cara.
Mientras curaba el corte de su cara, sentía el calor de su piel, el olor a jabón mezclado ...
... con el alcohol y el aire húmedo del baño. La toalla se había aflojado más. Con cada movimiento mío, aumentaba el peligro de que todo se pudiera ver.
—¿Te gusta provocar, no? —le dije, sin mirarlo a los ojos.
—Nah, tía… me gusta ver cómo te ponés cuando te miro —dijo, con esa sonrisa que me hacía perder la paciencia.
—Tenés que cuidarte más, Enzo —murmuré, cambiando de tema, o al menos intentándolo.
—¿Cuidarme? Jajaja… si sos vos la que tiembla —me dijo, mirándome de arriba abajo.
No supe qué contestar. Lo odiaba por tener razón.
—Sea como sea, tenés que aprender a respetar a la mujer del hombre que te recibe en su casa —le dije, manteniendo la mirada firme mientras terminaba de limpiar sus nudillos.
—Puede ser… —respondió él, inclinando apenas la cabeza con esa media sonrisa insolente—. Pero como te dije, no tengo nada que perder. Y como vos misma dijiste, estoy en pedo, así que soy inimputable.
—Estás lo suficientemente lúcido como para tener una conversación coherente, así que no te hagas el inocente.
—No me hago el inocente —dijo—. Y además… —agregó, mirándome de arriba abajo con descaro—. Estás buenísima, tía. Y tenés las manos suaves, delicadas…
—Cortala —le dije, pero todavía seguía ahí, de pie, frente a él, tan cerca que sentía el calor de su cuerpo húmedo.
—Tu amiga me habló de vos.
—¿Qué? —pregunté, sorprendida.
En ese instante me acordé de Sabrina y la puteé mentalmente. ¡Esa pelotuda!
—Tranqui —dijo, como adivinando lo que ...