Mi sobrino es un salvaje
Fecha: 08/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
Relato 1
Mi sobrino es un salvaje
Enzo apareció en mi vida en el peor momento, como si el universo hubiera decidido darme una cachetada extra cuando ya estaba tambaleando. Yo vivía con mi novio, Fabricio. Tenía 27 años y él 30. Llevábamos años juntos, una relación que empezó en plena pandemia, al igual que muchas que comenzaron con chats. Apenas pudimos vernos, nos pegamos como imanes. Fue todo un cambio para mí, porque, siendo sincera, mi vida antes había sido bastante caótica y cero amiga de la monogamia. Mis exnovios bien lo sabían: todos habían terminado siendo cornudos tarde o temprano, aunque algunos nunca se enteraron. Obvio, a mí también me cagaron, pero no era por eso que era tan putita (como me decían siempre los tipos con los que tenía sexo cuasual. Muy poco originales, la verdad). Simplemente me gustaba coger.
Pero, no sé si por la edad, por el encierro o porque había acumulado una buena cantidad de relaciones tóxicas, decidí calmarme. Con Fabricio había armado algo más estable. Más de un noviazgo típico, en donde nos contábamos todo lo que considerábamos relevante para el otro. Y, para mi propia sorpresa, nunca lo había cagado. Bah, me había chapado a varios pibes, sobre todo cuando empezamos a salir, pero esas eran infidelidades leves. Nada que ver con lo que les hice a otras parejas, sobre todo al pobre de Andrés.
Todo iba bien hasta que el muy idiota me cagó. No fue ni una gran historia de amor ni nada: una noche con una mina cualquiera, una ...
... calentura barata que no significaba nada… pero igual dolió, sobre todo porque fue el propio Fabricio el que me convenció de llevar esa estúpida vida de noviecitos felices.
Mi amiga Sabrina no fue muy sorora cuando se lo conté.
—Bueno, nena, ahora sabés lo que se siente. Si vos lo hiciste mil veces...
La miré con bronca, con ganas de decirle "cerrá el orto, trola". Pero igual, tenía razón. Ella me conocía desde hacía mucho, y había compartido aventuras con mi yo del pasado, con esa Delfina más promiscua, más salvaje.
Fabricio me pidió perdón de rodillas, literalmente. Lloró, me buscó como si fuera un perro perdido. En esos dos meses en los que lo mandé al carajo, me di todos los gustos. Cogí con tipos, me divertí, me saqué el veneno de encima. No era traición, estábamos separados, y lo disfruté. Hacia casi cuatro años que no me cogía a otro hombre que no fuera mi novio, y la verdad que lo necesitaba, aunque no me había dado cuenta.
Después lo perdoné. ¿Por qué? Ni idea. Tal vez lo amaba, aunque ya no era ese amor infinito y omnipresente, sino algo más relacionado con la costumbre, la rutina. Un amor menos intenso, pero igual de real… ponele.
Unos meses después de recomponer esa especie de “equilibrio” fue cuando me habló de Enzo.
Esa mañana me había levantado temprano para ir a mi clase de yoga. Vivíamos en una casa que me había dejado mi viejo, en Villa Ortuzar. Fabricio, raro en él, también se levantó temprano. El tipo es corrector literario y da talleres de ...