Mi sobrino es un salvaje
Fecha: 08/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... tienen ni de cerca.
—Tengo que decirte otra cosa —largó de repente.
La forma en la que lo dijo me dio un escalofrío. Pocas veces lo veía con esa cara, esa mezcla de tensión y cuidado. Sabía que lo que venía no me iba a gustar.
—¿Qué pasa? —pregunté, cruzándome de brazos, a la defensiva.
—Juan Carlos tenía un hijo —dijo.
—¿Ah, sí? Pobre chico —dije, genuinamente apenada—. ¿Cuántos años tiene?
—Dieciocho.
—¿Tan grande? —me sorprendí.
—Sí... Juan Carlos era más grande que yo, tenía como cuarenta años.
—Ah... —solté, mientras procesaba la información—. ¿Y el hijo? ¿Cómo se llama?
—Enzo —respondió.
—¿Y...? —lo apuré, porque lo conocía y sabía cuándo se guardaba la parte complicada.
—El tema es que... mirá... Juan Carlos alquilaba una casa, no tenía ninguna propiedad. Ahora Enzo no tiene cómo seguir pagando el alquiler. Y no tiene ningún pariente cercano...
—¿Entonces...? —le dije, arqueando las cejas.
—Y... mirá, yo le prometí a Juan Carlos que siempre iba a estar para él. Bueno, ahora que él no está, yo sé que me pediría que cuide de Enzo.
—¿O sea que me estás diciendo que...? —le solté, en modo defensivo.
—Sería solo por un par de meses —apuntó, rápido—. Hasta que pueda conseguir un laburo más o menos decente y pueda alquilar algo. Pero mientras tanto tendría que vivir acá.
—¿Acá...? —me aparté de él, como si me hubiera tirado un balde de agua fría.
—Sí, Delfi, acá.
—Fabricio... yo lo siento mucho, pero vos sabés lo que ...
... me cuesta convivir con la gente. Vos lo sabés mejor que nadie.
Y era verdad. Pobrecito, él dormía en una habitación separada de la mía. Lo había aceptado como si fuera algo natural cuando se lo planteé, pero sé que a veces eso le dolía. Que le recordaba que no soy fácil.
—Sí, ya lo sé —dijo, bajando la mirada—. Pero no veo una solución mejor. Además, como te digo, solo serían un par de meses.
—¿Y por qué no le prestás plata para que alquile algo mientras tanto? —disparé.
—No estamos en condiciones de hacerlo, Delfi. Sabés que gastamos prácticamente todos los ahorros en las reparaciones de la casa... y en la pileta.
Ahí estaba el punto. Mi novio, cuando quería, sabía ser bastante pillo. Esa frase era una forma elegante de recordarme que, aunque la casa es mía, él puso mucha plata ahí. Y era cierto.
Me quedé en silencio un momento, imaginando mi vida con un pibe de 18 años rondando por la casa. Un desconocido. Ni idea de qué educación tenía, ni qué límites. Me sonaba a quilombo seguro.
—Dos meses —dije al fin, tajante—. Podés traerlo por dos meses, pero te hacés cargo vos. Yo voy a ser la anfitriona amable que tengo que ser, pero no quiero que mi vida cambie un milímetro por la presencia de este chico. No tengo nada en contra de él, te lo juro, pero esto es demasiado repentino.
—Está bien, amor —me dijo, acercándose a besarme la frente—. Con que lo banquemos dos meses, alcanza.
Enzo apareció al día siguiente. Sí, otra “sorpresita” de Fabricio. El muy ...