Mi sobrino es un salvaje
Fecha: 08/09/2025,
Categorías:
Incesto
Autor: Princesa cruel, Fuente: TodoRelatos
... calzoncillo con un tirón suave y saqué su verga, todavía flácida pero ya hinchada, como despertando. No era un tipo “dotado”, pero eso nunca me importó: Fabricio sabía cómo hacerme sentir placer.
Le di una primera lengüetada en el glande, despacio, sintiendo su sabor tibio. Noté cómo su respiración se aceleraba mientras su verga se empezaba a endurecer en mi mano. Me encanta esa transición: sentir cómo el cuerpo de un hombre responde, cómo esa pieza blanda se transforma en algo duro y palpitante, solo por mí.
Comencé a acariciarlo con mi mano, haciendo círculos lentos con mi lengua, que jugaba en la punta. En segundos, su pija se fue hinchando del todo, creciendo hasta quedar firme, dura, con las venas marcadas. La tomé con más fuerza, le di otra lengüetada larga y lo miré a los ojos.
—Sos la mejor novia —me dijo, con un hilo de voz.
Yo sonreí. Escupí un hilo de saliva grueso sobre el glande, dejando que cayera lento, mientras él observaba hipnotizado. Sabía que le encantaba ese tipo de “chanchadas”, que lo volvían loco. Esas cosas me enternecían, porque era tan inocente que no tenía idea de que había hecho cosas mucho más “chanchas” en mi vida. De hecho, la primera vez que le hice un pete y me tomé todo su semen quedó fascinado, y me confesó que pensaba que esas cosas solo se hacían en las películas porno.
Me lo metí en la boca de nuevo y empecé a chupárselo con más ganas, moviendo la lengua en espirales y succionando como si quisiera vaciarle el alma. Sus ...
... manos se enredaron en mi pelo, pero no para dominarme, sino como un reflejo de puro placer. Su respiración ya era irregular, con esos jadeos que me indicaban que lo tenía al borde de la eyaculación.
Hice una pausa, lo miré desde abajo con mis labios mojados y una sonrisa de zorra. Le di otra chupada profunda, llevándome su pija casi hasta la garganta, y sentí su cuerpo temblar.
—Delfi... Voy a acabar —susurró.
No me aparté. Al contrario, lo miré mientras aceleraba el ritmo, succionando con fuerza y moviendo la mano en la base para que no se escapara ni una gota de placer. Un segundo después, su cuerpo se arqueó y descargó el semen en mi boca, caliente y espeso. Lo recibí todo, saboreándolo.
Tragué su semen lentamente, sin apartar la mirada de la suya, mientras me relamía los labios. Siempre me gustó verlo en ese momento, vulnerable, con la cabeza hacia atrás y los ojos cerrados, como si el mundo se detuviera solo para nosotros.
Me incorporé, le acaricié la cara y sonreí con ironía.
—¿Te sentís un poco mejor ahora? —le dije.
Él asintió, todavía agitado, mientras yo me acomodaba el pelo y recordaba que el pobre estaba de luto.
Me levanté y lo abracé otra vez, mientras él se acomodaba el pantalón. Lo besé en la boca. A Fabricio nunca le molestó sentir su propio semen en mi lengua; no era de esos machos inseguros, que se sentían putos por hacer esas cosas. Eso me gustaba de él: era más sensible que la media, con una honestidad emocional que otros hombres no ...