1. El Juego Oscuro del Tabú - Parte 1


    Fecha: 08/09/2025, Categorías: Sexo con Maduras Autor: LaDiablita, Fuente: TodoRelatos

    ... sí mismo.
    
    —¿Por qué?— preguntó Astrid, intentando distraerse de la situación.
    
    —Porque yo vengo todos los días a esta misma hora, y nunca hay nadie— respondió el hombre, acariciando suavemente un pétalo violeta.
    
    —¿Todos los días?—
    
    —Sí. Solía venir con mi mujer. Pero desde que ella murió… bueno, sigo viniendo. Me hace sentir cerca de ella— confesó, una sonrisa triste dibujándose en sus labios.
    
    Astrid sintió un pinchazo de ternura. Era dulce, melancólico. Por un segundo, olvidó por qué estaba ahí.
    
    Hasta que el teléfono vibró de nuevo.
    
    Con manos temblorosas, lo miró.
    
    —Chúpaselo al viejo o ya sabes qué pasará.
    
    El corazón de Astrid se detuvo. No. No podía ser en serio.
    
    Pero el mensaje era claro. Y la foto, más.
    
    El anciano, ajeno a su tormento, seguía hablando.
    
    —Ella amaba estas flores. Decía que el violeta era el color de la…
    
    Su voz se cortó cuando Astrid, con movimientos mecánicos, desabrochó su short y lo dejó caer.
    
    —Señorita, ¿qué…?— comenzó a decir, confundido.
    
    Pero ella no lo dejó terminar. Con una determinación que no sentía, se inclinó hacia adelante, sus manos temblorosas desabrochando su cinturón.
    
    —Por favor… no diga nada— murmuró, los ojos vidriosos, la voz apenas un hilo.
    
    El anciano no la detuvo. No porque quisiera, sino por el puro shock. Y cuando los labios de Astrid se cerraron alrededor de él, un gemido involuntario escapó de su garganta.
    
    Astrid cerró los ojos, saboreando el amargo peso de su sumisión, el placer ...
    ... retorcido de obedecer, el miedo a lo que pasaría si se negaba.
    
    Y en algún lugar, alguien los observaba. Alguien que sonreía, satisfecho.
    
    Alguien que apenas comenzaba con ella.
    
    El anciano jadeó cuando los labios cálidos de Astrid lo envolvieron, sus manos temblorosas aferrándose a los brazos del banco mientras la joven trabajaba con una sumisión forzada que la hacía sentir sucia… pero inexplicablemente viva. La textura de su piel, el olor a colonia barata mezclado con el sudor del nerviosismo, el peso de su carne en su lengua—todo se grababa en su mente como un pecado que nunca podría lavar.
    
    —Dios mío…— el viejo gimió, los dedos enredándose involuntariamente en su cabello castaño rojizo, tirando con más fuerza de la que ella esperaba.
    
    Astrid ahogó un gemido, la humedad entre sus piernas traicionándola mientras succionaba con movimientos lentos, saboreando el sabor salado que ya empezaba a impregnar su boca. Sus propias lágrimas ardían en sus párpados, pero no dejaba de moverse, sintiendo cómo él se endurecía aún más, cómo sus caderas empezaban a empujar hacia arriba, buscando profundidad.
    
    —Así… así…— murmuraba el anciano, la voz quebrada por décadas de vida pero ahora cargada de un deseo que avergonzaba a Astrid tanto como la excitaba.
    
    Ella cerró los ojos, imaginando por un segundo que era Erik quien la usaba así, pero la realidad era más cruel—y más ardiente—. Este no era su profesor, no era un hombre joven y atlético. Era un extraño, un viejo que debía ...