El círculo. Cap.33. Las cosas que no queremos ver
Fecha: 11/09/2025,
Categorías:
Infidelidad
Autor: Ixchel Diaz M, Fuente: TodoRelatos
... sí! ¡Siempre quieres controlarlo todo! ¡Quieres decidir con quién salgo, qué estudio, cómo vivo! ¡No soportas que alguien me ame sin que pase por ti!
Miriam dio un paso hacia ella. Estaba pálida. Temblaba.
—No se trata de amor. Se trata de que ese hombre está podrido por dentro. Y tú... tú no quieres verlo porque ya apostaste por él.
—¡Basta!
Ximena la empujó con las dos manos.
—Estás loca. Enferma. Tóxica.
Las palabras eran cuchillos lanzados con rabia, pero afilados por el dolor. Miriam se quebró.
—¡Te estoy salvando la vida, Ximena! ¡Te estoy protegiendo como nadie más lo va a hacer nunca!
—No quiero tu protección —susurró ella, con los ojos llenos de fuego—. Me voy. Esta noche. Me voy con mi mamá.
Miriam se le quedó viendo como si hubiera escuchado que el mundo se acababa mañana.
—No... no digas eso... por favor... no me hagas esto tú también...
Pero Ximena ya estaba sacando cosas de los cajones, empacando en una mochila. Tenía la cara mojada, pero los ojos duros. La herida ya estaba hecha. Y ahora sangraba por dentro.
Afuera, Julio silbaba desde el jardín, como si nada. Como si no llevara en el bolsillo una sombra inmunda que ahora Miriam no podía ignorar.
Ximena bajó las escaleras sin mirar atrás. Abrió la puerta. El frío de la noche entró a la casa como un presagio.
Y se fue.
Miriam se quedó de pie frente a la puerta abierta. Luego se derrumbó. Así, sin fuerza. Se dejó caer en el sillón como una flor podrida. Se sirvió una ...
... copa de vino. Luego otra. Después ya no se molestó en usar copa. Solo la botella.
La casa quedó en silencio. Un silencio triste, agrio. Como de duelo.
Miriam encendió un cigarro. Lo fumó con la ventana abierta. La brisa le agitó el cabello. No lloraba. Solo respiraba como alguien que ha perdido la fe.
Y en el fondo, aunque no quería admitirlo, pensaba:
"¿Y si tenía razón Xime? ¿Y si de verdad estoy podrida por dentro? ¿Y si solo sé amar controlando?"
Pero no. No esta vez.
Esta vez sabía lo que había visto.
Y esa noche, en la casa vacía de Tlalpan, Miriam supo que, para salvar a su hija, tendría que destruir al hombre que ella amaba. Aunque eso le costara perderla para siempre.
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La casona era antigua, barroca, de techos altísimos y muros engalanados por tapices coloniales que el tiempo había carcomido con cierta dignidad. Afuera, la noche de Puebla era fría, húmeda. Pero adentro, el aire era espeso, cargado del olor a incienso, a cera caliente y cuero viejo.
Las velas lo iluminaban todo: danzaban en los altares, en las paredes, en los candelabros de hierro negro, haciendo que las sombras se movieran como si la casa respirara con ellos.
Los símbolos del Círculo estaban dispuestos con esmero. El ojo, el triángulo, la rosa cerrada. Todo bajo el estricto ritual de los antiguos códigos. Y frente a ellos, reunidos en semicírculo, estaban los hombres más poderosos de Puebla.
El gobernador Altamirano, con su barba recortada y su traje oscuro como ...